DESDE
LA CARCEL
¡Vaya
"capos"!
Manuel Vázquez Portal
CARCEL DE BONIATO (www.cubanet.org) - El 19 de
marzo caí de "fly" en Villa Marista.
La celda 47 fue mi hospedaje hasta el 24 de abril.
Allí perdí mi nombre. Me llamaban
por el apelativo de 239682. En ese lugar vi personalmente
a los primeros supuestos "capos " de
la droga cubana. La celda era mínima. Eramos
cuatro hombres en ella. Vivíamos tan apiñados
como si viajáramos en un "camello
". Para voltearnos sobre la litera debíamos
tomar grandes precauciones para no sacarle un
ojo al otro con nuestras narices.
Me acompañaron durante esos días
angustiosos tres seres pintorescos: Mumúa,
Cachirulo y Hectico, el carnicero. Parecían
cualquier cosa, menos narcotraficantes. Mumúa
era un hombrecillo que apenas si alcanzaba los
cinco pies de estatura, y lo que sí le
gustaban extraordinariamente eran los caballos.
Luego supe, por él mismo, que se llamaba
Osvaldo. Cachirulo era un negro sonriente y nervioso,
con medio cráneo de platino. Se pasaba
el día con dolores de cabeza, y tenía
más cicatrices que un guante cañero:
toda su adolescencia y parte de la juventud se
la había pasado preso. Hectico el carnicero
-es un decir- lo que vendía en su carnicería
del barrio de los Sitios, era picadillo de soya,
mortadella de ídem. Y pasta cárnica.
Era el más joven de los tres. Todos me
aseguraron que no tenían nada que ver con
la droga. ¡No faltaba más! Estábamos
en Villa Marista, donde hasta los mosquitos llevan
microfonos secretos. Pero había algo más.
A ninguno se le halló evidencia material
que los incriminara. Todo se basaba en que "
Fulano" mencionó a "Zutano"
y "Ziclano" a "Esperancejo ".
Cuando el 24 de abril, ya con mis 18 años
de condena a cuestas, partí - en ese momento
no sabía para dónde iba - hacia
la cárcel de Boniato, Mumúa, Cachirulo
y Hectico el carnicero, quedaron en Villa Marista.
No he sabido qué ocurrió con ellos.
En la cárcel de Boniato me ubicaron definitivamente
en "Boniatico", el pabellón de
mayor rigor del penal, lugar que es riguroso hasta
para los oficiales y la guarnición. Mi
celda aquí es la 31. Es más pequeña
que la de Villa Marista, pero por lo menos, la
habito yo solo. Para mí solo es la peste
del retrete, la gotera del techo, el sol, la lluvia,
los insectos que entran por mi ventana. Para mí
solo son las 23 horas diarias que paso sin compañía,
bueno, es un decir, ya que me hice amigo de algunos
ratones, cucarachas, arañas, ciempiés,
alacranes, lagartos, moscas, mosquitos, hormigas
que vienen a visitarme.
En los primeros días de hospedaje me sacaban
al patio (una hora diaria, menos los fines de
semana) con Normando Hernández y Próspero
Gaínza. Luego vino la orden de que por
separado. Fue cuando coincidí nuevamente
con los "supuestos capos" de la droga
cubana, pero esta vez de la parte oriental del
país. Volví a ver y a tener la misma
impresión: si esta gente es narcotraficante,
yo soy el supermillonario Pato Donald.
Conversé con algunos de ellos. El mismo
panorama: celdas de aislamiento, interrogatorios
brutales, presiones de todo tipo, tejemaneje:
que si "Pirindingo" le dio a "Muchilanga"
que si "Muchilanga" le dio a "Burundungo".
Pero pruebas, lo que se llama pruebas verdaderamente
incriminatorias, evidencias reales, "nananina".
Sin embargo, las condenas han sido como si toda
la cocaína suramericana hubiera venido
a carenar en esta pequeña isla del Caribe
y "nuestros narcos y capos" tuvieran
el control universal de los estupefacientes. El
que mejor salió arrastra entre 15 y 20
años de prisión.
Hablé con José Eduardo Girón
Cabrera, con Juan Alsaba Suárez, con William
Orlando Morales Durán, con Santiago Mestre
Mustelier, y todos me contaron una historia similar:
Fiscales empecinados en condenar, abogados de
la defensa sin poder ejercer verdaderamente su
oficio, oficiales de la Seguridad del Estado convirtiendo
en pruebas sólo palabras de otros supuestos
incriminados, extraños testigos e informes
sospechosos.
En fin, aquí están, en celda de
aislamiento, comiendo su sancocho, rico sólo
en harina de trigo, que pone la presión
arterial por las nubes, el estómago al
borde de la úlcera, los nervios de punta.
Estos son nuestros "capos". A ninguno
se le ocupó un verdadero cargamento de
estupefacientes, una suma considerable de dinero,
ni grandes cuentas en bancos nacionales o extranjeros;
no fueron descubiertos laboratorios de procesamiento,
no se le ocuparon armas de fuego, ni yates, ni
aviones, ni mansiones lujosas, ni pasaportes falsos,
ni vínculos con el crimen organizado de
otras partes del mundo. Sólo algún
cacharrón de los años cincuenta
como medio de transporte. Y uno se pregunta, lleno
de dudas, ¿Qué clase de "narcos",
de "capos" son éstos, que ni
siquiera los periódicos cubanos han dado
cuenta de ellos?
|