Amaury Sánchez: “Ponerme la camisa roja de Metropolitanos fue un verdadero privilegio”

Lanzador en la época gloriosa de Metropolitanos, actualmente Amaury Sánchez está al frente del equipo de la secundaria Terra Environmental Research, en Miami
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LA HABANA, Cuba.- Un tiempo hubo (y fue bastante dilatado) en que Cuba tenía buen béisbol. Y digo más: digo que excelente. Había bateadores de excepción, lanzadores con pinta de bigleaguers, managers que alardeaban de sabiduría… Costaba sobresalir, e inclusive se hacía complicado acceder a los equipos que lidiaban en la Serie Nacional.

Justo la última etapa de ese período glorioso fue la que le tocó vivir a Amaury Sánchez. El zurdo se encaramó durante cuatro temporadas en el box de los extintos Metropolitanos, y formó filas en aquel grupo impactante que por poco elimina al ultrafavorito Industriales en los cuartos de final del campeonato de 1999-2000.

Después de eso eligió (como millares y millares de cubanos) el camino de la emigración. Iba empeñado en brillar fuera de la Isla, la vida le había dado armas para intentarlo en serio, pero una severa lesión se cebó en su brazo de lanzar. Luego tiró de voluntad, pero ya fue imposible continuar soñando en grande.

Sin embargo, nunca dejó atrás la pelota. Ido de la práctica activa, optó por superarse en las aulas estadounidenses y he aquí que encontró el modo de buscar el sustento sin renunciar al juego que abrazó desde su niñez. Y así, hasta el sol de hoy.

Amaury Sánchez, Cuba
Amaury Sánchez durante la Serie Nacional 1998-1999. (Foto: Cortesía)

¿Cómo definirías a Amaury Sánchez como lanzador?

—Me definiría como alguien a quien le gustaba competir, que le gustaba el reto, medir su calidad, jugar al béisbol y colocar los lanzamientos donde él quería para caminar el juego lo más que pudiera y contribuir a la victoria de su equipo. Mi mayor hándicap fueron los deseos tan grandes de tener éxito, que a veces traían como consecuencia un poco de ansiedad y complicaban el logro del resultado perseguido.

¿Qué te faltó para lograr mejores números?

—Me faltó tiempo de permanencia en aquella pelota grande, linda y muy competitiva. El último año que jugué en Cuba perdí 1×0 la final de la Serie Provincial después de haber tenido un campeonato super bueno. Creo que entonces se avecinaba un año excelente para mí.

¿Consideras que las Series Nacionales que te tocaron tenían un nivel elevado, o será que para entonces ya había empezado el retroceso en la calidad de la pelota cubana?

—El tiempo que me tocó a mí fue de una pelota con una calidad inmensa. Había una gran cantidad de peloteros con talento y resultados en todas las provincias, puesto que aún no había tanta emigración como la que llegó después. Yo me siento privilegiado de haber jugado esa pelota donde había figuras que llevaban diez años en el equipo nacional. En aquel momento el sueño principal de todo pelotero era ponerse el uniforme de las cuatro letras y poder jugar contra aquellos grandes peloteros fue una experiencia bien bonita. Imagínate, uno tenía como rivales a Pinar del Río, Industriales, provincia Habana, Ciego de Ávila —que venía subiendo con una fuerza enorme—, Santiago de Cuba con su Aplanadora, Granma con Ciro Silvino y Guevara Ramos… Había mucho pitcher bueno: José Ibar, José Ariel Contreras, Pedro Luis Lazo, Norge Luis Vera, Ormary Romero, Lázaro Garro, Ariel Tápanes, Lázaro Valle, De la Torre, “El Queso” González… Creo que era una pelota fortísima que actualmente vive un descenso debido a que los peloteros han tomado otro rumbo y la cadena de desarrollo ha disminuido.

¿Hasta qué punto rivalizaban Metros e Industriales?

—La rivalidad entre Metros e Industriales se alimentaba desde las prácticas. Uno no se sentía diferente o inferior por ser de los Metropolitanos. Teníamos buenas relaciones con los jugadores de Industriales, pero siempre tratábamos de mostrar nuestro nivel y calidad. En Metros había peloteros como Enrique Díaz que estimulaban al equipo con el discurso permanente de salir a ganar y echar palante. Con esa combatividad los Metros se fueron uniendo. Uno abría un juego y al equipo no le interesaba que tirara nueve entradas, sino que tratara de ‘caminar’ cinco o seis innings. ‘Si tú lo aguantas nosotros lo ganamos’, te decían tus compañeros. Hay que recordar que aquel grupo contaba con relevos excepcionales como Dorian Friol, Amauri Sanit y Vladimir Dueñas, quienes contribuyeron mucho al resultado. Así nos hicimos un equipo grande, sólido, lleno de deseos de representar a la capital con el color rojo.

¿Qué recuerdas de aquel playoff del año 2000 ante Industriales?

—Cuando jugábamos contra Industriales nosotros queríamos enseñarle al pueblo habanero que teníamos tanta calidad como ellos y sabíamos jugar muy bien a la pelota. Ese año perdimos después de tener la serie 2-0 a favor nuestro gracias a un pitcheo magnífico de Juan Pablo Echevarría y Renecito Espín. Pero a partir del tercer juego las cosas no salieron como nosotros queríamos. Las decisiones de los managers son respetables; yo creo que ningún manager quiere perder un juego. Eulogio Vilanova trató de ganar con lo que él pensaba que le daría la victoria: no olvidemos que Heriberto Collazo le había pitcheado muy bien en la Serie Nacional. El resultado no se dio, pero el equipo se entregó a tope.

¿Jugar en Industriales es el sueño que nunca pudiste cumplir?

—Jugar en los Industriales es un sueño que todo pelotero capitalino quiere tener. No se puede negar que es un deseo generalizado. Por razones personales yo no llegué a estar en los azules; tenía las condiciones para hacerlo e inclusive en el 2000 me iban a pasar a los Industriales, pero a la postre eso no se consumó. Luego opté por tomar otro camino en mi vida. No obstante, considero que la oportunidad de ponerme la camisa roja de los Metros fue un verdadero privilegio.

Dame un Todos Estrellas histórico de Metros…

—Buena pregunta esa. En el equipo con el que yo me iría a guerrear empezaría por seleccionar como segunda base a Enrique Díaz. Sé que por ahí pasó Rey Vicente Anglada, pero por desgracia yo no tuve la dicha de verlo jugar. Sus números fueron excelentes, lo que ocurre es no puedo dejar fuera al tremendo primer bate que fue Enriquito. El receptor sería Iván Correa, en primera tendría a Antonio Scull, en tercera a Juan Antonio Torriente y en el campo corto, a Wilber de Armas. En el jardín derecho pondría a Oscar Valdés, en el center a Yasser Gómez y en el izquierdo, a Yoandry Urgellés. Se me queda fuera un jardinero estelar como mi amigo y hermano Juan Carlos Muñiz, pero estoy tratando de ser justo uniendo la parte ofensiva y defensiva del equipo Metropolitanos. De bateador designado estaría Bárbaro Cañizares, y el puesto de abridor se lo daría a Juan Pablo Echevarría. Yo creo que ese equipo le gana a cualquiera.

Después de salir de Cuba, ¿qué hiciste en el béisbol?

—Decidí salir de Cuba en el año 2000 debido a que todo ser humano tiene sueños y yo tenía el mío. Luego las cosas no salieron de la manera que quería debido a una lesión en el brazo que requirió una cirugía bien grande. Lo que tuve fue una obstrucción arterial, algo parecido a lo que le sucedió a Lázaro Valle. Pasé como dos años tratando de regresar al béisbol y lo logré, pero ya no era lo mismo. Así que después de pasar por Corea y México, en 2004 recalé en Estados Unidos. Ese año jugué pelota independiente y al poco tiempo determiné dejar el béisbol porque había nacido mi primer hijo y consideré que mi familia necesitaba que la apoyara no solo emocional sino también físicamente.

¿Crees que pudiste haber llegado a las Mayores, o saliste de Cuba convencido de que aquel nivel resultaba muy complicado de alcanzar?

—Yo creo que sí podía. Iba a firmar con Boston y todo se detuvo por causa del problema en el brazo. Éramos varios amigos que jugamos juntos y varios de ellos tuvieron la oportunidad de llegar a aquella pelota. Ellos gozaron de salud, no tuvieron ningún contratiempo y la vida premió sus esfuerzos. Yo también podía haberlo hecho si no hubiera tenido esa limitante que me obligó a empezar de cero.

¿A qué te dedicas hoy?

—Tras salir de la pelota seguí estudiando, ingresé en la universidad y me gradué de terapeuta ocupacional, profesión que desempeño cada mañana ayudando a pacientes con discapacidad para que puedan volver a realizar las cosas por sí mismos. Además llevo 13 años en una compañía llamada Commanders Baseball Academy donde colaboro en el desarrollo de muchachos que empiezan en edades tempranas y me siento muy orgulloso de ser parte de la formación de esos peloteros. Por último, desde hace dos años estoy al frente del equipo de la secundaria Terra Environmental Research, donde me siento honrado de contribuir no solo a desarrollar buenos jugadores, sino también a los futuros hombres de esta sociedad.

Amaury Sánchez como entrenador. (Foto: Cortesía)

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