Foto-reportaje de Juan Carlos Díaz Fonseca
LA HABANA, Cuba, Juan Carlos Díaz Fonseca.- Dadira Mora Jabalera, de Guanabacoa, es madre de cuatro hijos, asmáticos todos. Sus vástagos se nombran Daniel (7 años), Adebleris (5), Melody de la Caridad (1 año y medio), que también padece de epilepsia; y Melany Daniela, de 3 meses de nacida, que ha estado ya ingresada 4 veces en el hospital “William Soler”. Los niños son hijos de tres hombres.
Para la tercera bebé se destinó, por parte de una trabajadora social, una plaza en un Círculo Infantil. La niña, sin embargo, no puede asistir por su patología, ya que en el círculo no la admiten. No obstante, Dadira tiene que pagar el importe mensual.
Dadira alega tener problemas con su vivienda. Está en condiciones críticas, es un cuarto de 4 metros de largo por 3 de ancho, de madera, techo de zinc con filtraciones. No posee efectos eléctricos como refrigerador o televisor, por lo que en ocasiones tiene que botar los alimentos y la leche de sus hijos. Los muchachitos no tienen algún entretenimiento dentro de este tenebroso local, aunque ella conserva como un objeto de museo un televisor viejo roto, en blanco y negro.
El baño, que es una letrina, se encuentra a cinco metros del cuartico.
Ella plantea que se ha dirigido a todas las Instituciones gubernamentales que se ocupan de ello, solicitando ayuda por las pésimas condiciones de vida que presenta, así como su situación económica, y no ha recibido solución. Solo el Círculo y desafortunadamente no lo puede utilizar.
Con el fin de solicitar una prestación social a través de una “chequera”, como se conoce en Cuba a las ayudas sociales, se dirigió al Jefe de los Trabajadores Sociales del municipio, de nombre Lázaro, el que le respondió en forma descompuesta: “¿Quién te mandó a parir tanto?”.
Al ver que no le daban solución, decidió hablar con la responsable de Asistencia Social, de nombre Lucía, quien alegó que ese no era su problema.
Así vive esta familia desde hace 4 años en Cadena #3-A entre H y Final, en ese cuartucho que ha hecho que todos los niños enfermen, y no ha recibido una solución satisfactoria a su problema.
El lugar pertenece a la madre de Dadira y ella teme que en cualquier momento la pueda sacar de allí.
Esta historia de miseria total se ha convertido en algo que se repite muchas veces en la sociedad cubana.