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Introducción

Sobre el autor

Capítulo III


¿Cómo fue? No sé decirte cómo fue. Fueron sus ojos o su boca, fueron sus ojos o su voz. O fue tal vez la... se me olvidó la palabrita... de tanto esperar tu llegada.

Si dijera que estaba en un parque con un bolso azul y un blue jean ya sin color, esperando como en las películas que apareciera alguien y le dijera: "Buenas tardes. ¿No se ve muy linda para gastar un sábado tan inútilmente?" y ella le fuera a responder cualquier grosería, pero al darse cuenta de que los ojos del recién llegado eran nobles, se puso nerviosa y me mandó sentar como si se hallara en su casa, sería verdad.

Pero si dijera que estaba a la salida de un cine con el mismo bolso azul y el blue jean ya sin color, esperando a que alguien la invitara a helados después de la película, y que saboreándolo le explicara que también estaba solo y que su presencia era un envío divino, y que ella quisiera burlarse de la soledad, pero al darse cuenta de que los ojos del amigo casual eran nobles, se puso nerviosa y le besó los labios con los suyos, hubiera sido verdad.

Nah... Si dijera que estaba en casa de un amigo con el bolso azul y el blue jean ya sin color, tomando una taza de té entre llantos, contando la necesidad de que apareciera alguien, alguien, como en las películas, que tuviera los ojos nobles y la invitara a soñar, también sería verdad.

En realidad, no sé dónde la hallé, o si de verdad la hallé, o si me la inventé para matar mi soledad de entonces. El caso es que apareció, y como ella ansiaba, yo la invité a soñar. No le pregunté quién era ni por qué estaba triste. Yo no tenía en ese instante posibilidades de elección. Andaba con el corazón demasiado estrujado como para preocuparme por otra cosa que no fuera escapar del silencio. La soledad es silencio. Es hablar una y otra vez con uno mismo, y ella era una buena conversadora. Tenía sufrimientos que contar y remiendos que ponerse en el alma. Andaba bastante esmirriado su corazón. Pero como uno es egoísta, la emprendí yo a contarle mis calamidades. Cuando le tocó a ella, por poco me explota el cerebro. Tener 25 años y haber vivido tanto, a tanta velocidad, no es muy resistible que se diga.

Acababa, según ella, de perder el amor de su vida, la ilusión de su vida, el hombre de su vida. Pero no podía morirse, porque al fin de cuentas le había sucedido otras veces y también creyó que se moría, pero no se moría nada, y cuando menos lo esperaba aparecía lo que opinaba nuevamente fuera la eternidad, porque, eso sí, todos tendemos a eternizar lo que adquirimos, sin darnos cuenta de que nada es eterno y que uno está vivo precisamente porque todo se agota, porque todo se acaba y tiene que empezar de nuevo.

El la dejó sin explicaciones. Simplemente se marchó, y ella quedó como a la deriva, porque lo había convertido en el centro de su vida. "Nada, idiota que es una. No se da cuenta de que no puede aferrarse a una sola cuerda, porque si se te quiebra te quedas como flotando en el vacío". Y le volvió a suceder. Y así la hallé, con el bolso azul y el blue jean ya sin color, y con ganas de que la tierra se la tragara, o por fin apareciera un hombre dispuesto únicamente para ella.

Yo andaba con las uñas largas y la camisa sucia. Estrella se había apagado. ¿A quién coño se le ocurriría semejante nombre? Para mí ya no brillaba, pero no tenía ninguna otra con qué sustituirla. Me cogió en mi momento más casto, y Zaira me pareció toda una constelación. Me borró todas las historias, y me la inventé recién nacida para mí. Le pedí que no me contara nada, que ella acababa de llegar al mundo y que no enturbiara el futuro, porque ya yo sabía que cualquier cuento peligroso para el corazón, en el futuro podría convertirse en una catástrofe y ser motivo de angustias que no había por qué revivir. Que era mejor hacerse la idea de que éramos tan vírgenes como la mer, la mer, toujours recommence, y le encantó que se lo dijera en francés porque siempre soñó con aprender esa lengua para recitar poemas.

Yo tampoco le conté nada de mí y nos enyuntamos sin que mediara más que el amor, o qué sé yo si la necesidad de compañía que teníamos los dos. Y como se dice en buen cubano, la pasé por la piedra, que es como pasarla por el estudio de Benny Marqués, que es como decir hacer el amor sobre una frazada tendida en el piso, rodeado de libros en todos los idiomas y de las ediciones más baratas hasta las más lujosas y que no se pueden ni tocar porque es el único tesoro que tiene el Benny y cualquier cosa que se pierda lo que se pierde en realidad es la posibilidad de volver a entrar al estudio.

Allí terminó con las rodillas llagadas, y yo con los huesitos donde concluye la espalda en carne viva, porque Zaira no es nada fácil de madurar, y aunque se dice que la primera vez siempre queda mal, a uno le gusta probar que no es así, y hace como los corredores de fondo, lo da todo, lo pone todo, lo arriesga todo, aunque el corazón se te desbride y se te quiera salir por la boca. Porque también la primera vez, aunque quede mal, decide si vendrán más veces o no, y cuando uno está solo tiene que asegurar el tiro, como si fuera un cazador frente a un león y con un solo cartucho en el fusil, porque las mujeres, en ese sentido, te dan una posibilidad que determina todas las ocasiones siguientes, y porque a todas les gusta que le hables como un poeta, pero que les hagas el amor como un carretero, y no es fácil conjugar las dos cosas desde la primera vez, cuando todavía no han nacido más lazos que la fuerza del deseo, y el encuentro más bien es un pleito de ganas, donde uno siempre lleva las de perder si no sabe administrar bien las habilidades del mal llamado sexo fuerte. Y supe que no había quedado tan mal cuando la oí reír entre procaz y dulcemente, y le brotaron unas lágrimas contentas, y se me quedó mirando y me dijo que yo parecía un davicito en miniatura, y me dio mucha risa, porque a decir verdad, estoy mal hecho con timbales, pero las mujeres lo primero que hacen si tú las complaces es inventarte a su modo y ya nunca más se acuestan con la realidad que tú eres, hasta que se rompe el hechizo y te vuelven a ver como eras antes de hacerlo la primera vez, y es cuando ya no eres tan simpático ni tan bello ni tan dulce ni tan cariñoso, y hay que acabar con todo antes de que sea demasiado tarde y se ensucie una historia que comenzó tan bonita y tan limpia y que no hay por qué joder y terminar con rencores.

Así piensa uno cuando empieza, pero después el amor o la costumbre te va meciendo, te hace cambiar de idea, y donde antes tenías una duda te nace una certidumbre, y donde tenías un temor te brota la seguridad necesaria para enarbolarla y defenderla con más pasión que a una bandera, y cuando vienes a ver, se te hace imprescindible, y la libertad que pediste al principio se va al carajo, y tú mismo te pones unas rejas invisibles que da pena la manera en que te encarcelan y que sabes cómo romper pero no quieres, porque no hay lugar en el mundo donde te sientas mejor, y si te pones a bobear caes en la rutina y se pierden los misterios y ella comienza a decirte que la estás mirando como si fuera tu madre y esa noche la tratas como el hijo más incestuoso del mundo y ella vuelve a reirse entre procaz y dulcemente. Pero al otro día te vuelves a acostumbrar a la apacibilidad de lo seguro y no pasa una semana sin que se repita la bronca, y cuando las broncas son recurrentes ya te da lo mismo Dios que un hipopótamo y sales a la calle a ver si tropiezas con una muchacha de bolso azul y blue jeans ya sin color y recomienza la historia que sabes de memoria, y no escarmientas porque en realidad el único animal que patea cien veces la misma piedra eres tú, pobre hombre desacostumbrado a la soledad que eres.

Pero aún así no te conformas como al principio con no saber las historias que ella de muy buena voluntad te quería contar y tú no la dejaste, sino que ahora quieres saber hasta los más mínimos detalles y no te das cuenta que sólo te hacen rabiar por un pasado que ni tú ni nadie puede salvar. Pero como ya te crees dueño de ella, quieres ser dueño de todas sus historias aunque te duelan, y es cuando te enteras de que fue feliz a matarse con el primer novio, el que la desfloró en una escuela en el campo y te sientes celoso de un fantasma que de no haber sido por ti jamás hubiera deambulado entre ustedes. Y te enteras que debió ser feliz a reventarse con un temba que le enseñó todos los artificios de lecho de los cuales te creías inventor y te dan ganas de que el pasado nunca hubiera existido. Y te enteras de que fue más feliz que un cocinero viendo barbullir la olla de frijoles cuando se casó por primera vez y el muchacho le prometió la eternidad y el olvido de todos sus pesares anteriores. Y te enteras y no quieres seguirte enterando porque bien sabes que de la verdad sólo y siempre se cuenta un pedazo, pero el bichito cabrón de la duda ya se te metió en el cuerpo y en silencio comienzas a hacer las más odiosas comparaciones y terminas tratándola como un contrincante al que hay que vencer y no como un ser humano al que hay que amar y al cual se lo prometiste el día que la hallaste o la inventaste con un bolso azul y un blue jean ya sin color.

Y es cuando te da por hacerte el difícil y mientras ella prepara una cenita a la altura de las posibilidades que brinda un socialismo subdesarrollado te pones a leer mientras fumas y no la ayudas como al principio y no elogias sus artes culinarias que siguen haciéndote la boca agua y bostezas después de comer y te acuestas antes que ella y finges dormir para ver si ella te despierta con ganas de retozar un poco y cuando sientes su respiración acompasada y te das cuenta de que se ha rendido como una bendita coges un berrinche de ingreso en terapia intensiva y por la mañana apenas si la saludas y te vas al trabajo con una cara de vaca recién inseminada mirando a un toro a dos palmos de ella. Y así lo repites dos o tres días y cuando ya no puedes más, sin muchos rejuegos le haces un amor de gallo cansado que te deja más insatisfecho que una masturbación adolescente en un baño de escuela pública y empiezas a pensar que todo está jodido y que no vale la pena continuar y cuando se lo dices ella no entiende un carajo porque se ha pasado todos estos santos días recocinándose al pensar que ya no te atrae como antes y que la frialdad es ella quien en realidad la ha sentido "y que sí, que está bien, es mejor separarse unos días para refrescar y asegurarse de que todavía se aman, se necesitan" y ahí mismo empieza el rejueguito de soberbia y él "si no me busca ella" y ella "si no me busca él, esto se acaba" y acaba acabándose porque una mañana se dicen: "bueno y éste qué piensa", "bueno y ésta qué se ha creído" y no esperan más, "que va mi hermano, la vida es corta" y es cuando se sale a la calle y tú te encuentras una muchacha con un bolso azul y un blue jean ya sin color y ella se encuentra un muchacho con las uñas largas y las camisas sucias y empieza otra vez la historia, la historia repetida, la historia de nunca acabar.

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