Ante la falta de recursos farmacéuticos, los investigadores
desarrollan productos que hoy atraen a las multinacionales
Mauricio Vicent | La Habana.
El País. Domingo, 25 de febrero de
2001
A mediados de 1999, los principales periódicos del mundo recogieron
una noticia singular: por primera vez en cuatro décadas, el Gobierno de
Washington permitiría a un laboratorio farmacéutico de capital
anglonorteamericano -el gigante Smithkline Beecham- participar en la realización
de las pruebas clínicas y la comercialización de una vacuna cubana
contra la meningitis B. Más allá de las connotaciones políticas,
el hecho de que Estados Unidos decidiese saltarse el embargo de este modo supuso
un importante reconocimiento para la ciencia cubana; Cuba era el único país
del mundo que había desarrollado una vacuna efectiva contra la meningitis
B, enfermedad bacteriana que provoca anualmente la muerte de 50.000 niños
y adolescentes.
La política de embargo norteamericano, paradójicamente, hizo
que personas de todo el mundo supieran de la vacuna antimeningocóccica BC
y se interesasen por los avances de la ciencia en la isla. Surgieron numerosos
interrogantes: ¿era esta vacuna el único hallazgo de la industria
biotecnológica cubana? ¿Cómo un país en el que
escasean el jabón y las aspirinas poseía un potencial científico
tan considerable?
Año y medio después de aquella noticia en varios laboratorios
de La Habana se trabaja en las vacunas contra el dengue, el cólera y una
vacuna terapéutica contra el cáncer que se desarrolla en
colaboración con el grupo canadiense York Medical Inc. Ésta, que
permitiría evitar el riesgo de metástasis en los pacientes
operados de ciertos tipos de cáncer, se encuentra en la fase dos de
prueba y se experimenta en grupos de pacientes en Canadá y Cuba.
También científicos cubanos trabajan en la actualidad en una
primera versión de una vacuna contra el sida. El grupo de 20 voluntarios
en la que se experimenta está formado por los propios investigadores que
tratan de desarrollarla, pero las primeras pruebas han provocado reacciones no
deseadas, por lo que ahora se está perfeccionando.
'La vacuna contra la meningitis es uno de los primeros logros de los científicos
cubanos, pero ni mucho menos el único', afirma el director del Centro de
Inmunología Molecular (CIM), Agustín Lage. El CIM produce
distintos tipos de anticuerpos monoclonales, entre ellos, explica Lage, el que
sirve para el tratamiento de los tumores de origen epitelial, que se prueba
también en cooperación con los laboratorios York.
'La industria biotecnológica y farmacéutica cubana produce
desde hace años Interferón Recombinante Alfa, Estreptokinasa (un
medicamento que destruye los coágulos después del infarto
cardiaco), factor de crecimiento epidérmico (otro invento cubano, que se
utiliza en el tratamiento de las quemaduras) y más de un centenar de
medicamentos de alto nivel tecnológico que muy pocos países
fabrican', asegura el responsable del Centro de Inmunología Molecular.
La institución científica que dirige Lage es una de las 38 que
integran el llamado Polo Oeste de La Habana, el más importante del país
y en el que trabajan 1.440 investigadores.
Julián Álvarez, el coordinador de esta gran red de institutos,
informa que los principales programas son tres: el desarrollo de vacunas humanas
y veterinarias, los productos biotecnológicos y farmacéuticos y la
biotecnología agrícola. Hasta el momento, los resultados más
llamativos se han dado en el campo de la medicina, pero también se han
descubierto y fabricado productos para la bioindustria (enzimas industriales
como la alfa-amilasa recombinante de la levadura), y productos veterinarios
(como la vacuna contra la garrapata del bovino).
Según Álvarez y Lage, la explicación de por qué
un pequeño país como Cuba ha sido capaz de alcanzar este notable
desarrollo científico es, sobre todo, política. 'Desde el mismo
triunfo de la revolución, y por empeño personal del presidente
Fidel Castro, en Cuba se han dedicado cuantiosos recursos a la ciencia', afirma
Lage. Hoy, en toda la isla hay 15 polos científicos con 2.600
investigadores y 2.500 profesores universitarios trabajando a tiempo completo,
muchos formados en el extranjero. Según Álvarez, sólo en el
último decenio se han invertido en este sector más de mil millones
de dólares, 'recursos que ya se han amortizado con las ventas de nuestros
productos', dice.
La firma Heber Biotec, encargada de comercializar un centenar de productos
elaborados por el CIGB, exporta desde hace años a diversos países
de América Latina y a otros como China. La entrada de compañías
como la York o la Smithkline Beecham en el sector es alentador y, creen los
científicos de la isla, podría suponer el definitivo despegue
internacional de la industria biotecnológica y farmacéutica
cubana.
Pero ¿cuál es la razón de que las vacunas y medicamentos
made in Cuba no se comercialicen en el mundo? El doctor Álvarez asegura
que en muchas ocasiones esto se debe a que la isla no dispone de recursos para
realizar los ensayos clínicos de estos medicamentos y establecer las
redes de venta en el mundo. 'Por eso necesitamos de socios que tengan fuerza
para introducirlos en el mercado', afirma. 'Ya se está trabajando con
laboratorios de Canadá, Alemania y ahora con Smithkline', dice Álvarez,
'pero otros gigantes norteamericanos, como la Merck Sharp&Down o Johnson&Johnson,
que en el pasado se han interesado por nuestros productos, no pueden hacer nada
porque no se lo permite el bloqueo norteamericano'.
Los científicos cubanos afirman que es falso que los medicamentos
cubanos no pasarían los controles rigurosos que se establecen en Europa y
EE UU. El problema es mucho más complejo, dicen, y en ello influyen también
cuestiones de proteccionismo y de control de los mercados. En otros países
con regulaciones diferentes, los medicamentos cubanos se venden desde hace años
y con relativo éxito. Es el caso de la vacuna contra la meningitis B, por
cuya venta a Brasil Cuba ha recibido ya 150 millones de dólares. El
medicamento se vende también en Colombia, México y Argentina, y
tras el acuerdo con Smithkline Beecham, dentro de algunos años podría
venderse en Europa y EE UU.
Farmacias desabastecidas
'La causa principal de esta situación es la falta de recursos en
divisas para comprar la materia prima y los medicamentos, que, hay que recordar,
se distribuyen a toda la población a precios subvencionados', explicaba
el año pasado a EL PAÍS un alto funcionario del MINSAP. Tras el
derrumbe del campo socialista, la importación de medicamentos cayó
casi un 60%, pero ahora la situación es diferente. Anualmente se dedican
más 120 millones de dólares a comprar medicinas, pero aun así
hay un gran déficit.
|