LAS TUNAS.- El éxodo de Camarioca cumple 53 años por estos días. Los cubanos que entre el 28 de septiembre y el 15 de noviembre de 1965 dejaron atrás su patria, buscando refugio en Estados Unidos, recordarán cuando en toda Cuba, un nombre, Camarioca, corrió de boca en boca.
Pero el nombre de ese diminuto punto en la geografía cubana no sólo iba y venía dentro de Cuba, sino también al otro lado del Estrecho de la Florida, resoplando aires de resaca en la Casa Blanca, en Washington D.C.
Los cubanos, que silenciosos o bullangueros comenzaron a huir de Cuba repletando aviones y lanchas desde el 1ro de enero de 1959, hoy día prosiguen huyendo por medios y métodos inimaginables. Cabe preguntarse: ¿Por qué?
Si en la madrugada del 1ro de enero de 1959 la huida comenzó por el dictador Fulgencio Batista y sus allegados, pocos meses después, huían quienes, acompañando a Fidel Castro con las armas en las manos o la fuerza de sus billeteras, habían hecho huir al general Batista. Era (es) la huida de nunca parar.
La Crisis de los Misiles de octubre de 1962 puso fin a todos los vuelos desde y hacia Cuba. Si antes la vía del mar era accesoria, a partir del cese de los vuelos la ruta marítima fue el único camino para irse de Cuba.
Las autoridades castristas tipificaron como delito contra la seguridad del Estado la “salida ilegal del país”, condenando con hasta cinco años de cárcel a quienes sencillamente, se montaban en un bote para irse de Cuba.
Conocí a un señor, médium, por cierto, al que mi padre jocosamente llamaba “El hombre de los clavos de hierro”. A falta de clavos de bronce, cobre o aluminio, construyó su bote con clavos de hierro; la evidencia para inculparlo de “salida ilegal” fue precisamente construir una embarcación con material oxidable; “esa chalana fue construida para un solo viaje y es obvio cuál era su destino”, dijo la Seguridad del Estado.
Historiadores hay, incluso estadounidenses, que achacan la estampida de los cubanos al embargo de Estados Unidos a Cuba. No digo que no, pero a esa mesa de cuatro patas por lo menos le faltan tres apoyos.
El castrismo imputa sus cuitas al “bloqueo” (embargo) olvidando que, si en 1959 desposeyó la clase adinerada y media en Cuba, con la Segunda Ley de Reforma Agraria de octubre de 1963, en un país de economía agrícola liquidó la propiedad rural de colonos, la agroindustrialmente productiva, haciendo de Cuba una nación parásita de los rusos y sus satélites, militarista, policial, y abúlica en sí misma.
Miles de cubanos como “El hombre de los clavos de hierro”, burlando el acoso policial procuraron hacerse a la mar. La situación, bochornosa, hizo a Fidel Castro abrir la talanquera procurando un bumerang político. Era el 28 de septiembre de 1965. La crisis de Camarioca se había desencadenado.
En lo adelante, libremente, los cubanos que querían irse podían hacerlo; cualquier barco podía venir de los Estados Unidos a recoger familiares o amigos al puerto de Camarioca. “Ahora los imperialistas tienen la palabra, vamos a ver qué hacen o qué dicen”, dijo Fidel Castro a la administración del presidente Johnson, en un reto sin precedente.
“Los estadounidenses daremos la bienvenida al pueblo cubano. Las mareas de la historia son fuertes, y llegará el día en que puedan regresar a su tierra natal para encontrarla limpia de terror y libre de miedo”, dijo el presidente Johnson cinco días después, el 3 de octubre de 1965, en respuesta a Fidel Castro.
Desacuerdos hubo entre el gobierno del presidente Johnson y Fidel Castro, pero la primera crisis migratoria producida en Cuba con la que debió lidiar una administración estadounidense, había sido satisfactoriamente resuelta para bien de la familia cubana.
Si miles de cubanos elucubraban cómo irse de Cuba y aligerando la presión de sus calderas sociopolíticas el 28 de septiembre el castrismo dio el grito de sálvese quien pueda, ya para mediados de octubre de 1965 unos 300 cubanos llegaban diariamente a Florida de forma ordenada y segura.
Por el puerto de Camarioca, abierto hasta el 15 de noviembre, en embarcaciones privadas salieron de Cuba 2979 exiliados. Posteriormente, en embarcaciones alquiladas por el gobierno de los Estados Unidos, 2104 cubanos más saldrían de su país.
Quince días después, a partir del 1ro de diciembre de 1965, el gobierno de Estados Unidos comenzó a operar dos vuelos diarios, Miami-La Habana, cinco días a la semana. En el primer año, esos vuelos transportaron 45 mil cubanos rumbo a Estados Unidos.
Cuando en abril de 1973 la operación de rescate aéreo concluyó, promovido por el éxodo de Camarioca 260737 cubanos habían emigrado a suelo estadounidense según los acuerdos migratorios de noviembre de 1965.
Pero las salidas por Camarioca y el acuerdo migratorio de noviembre de 1965 sólo serían el preámbulo de lo que el presidente Johnson llamó, dar “la bienvenida al pueblo cubano”, traducida como la Cuban Adjustment Act (Ley de Ajuste Cubano de 2 de noviembre de 1966).
“Limpia de terror y libre de miedo”, fueron en 1965 las premisas del presidente Johnson para que un día los cubanos pudieran “regresar a su tierra natal”.
Pero luego de más de medio siglo de pronunciadas esas palabras, lejos de regresar a su tierra, los cubanos prosiguen huyendo de Cuba, incluso, los nacidos en 1994 cuando la Crisis de los Balseros. ¿Por qué?
Ahora los cubanos a diferencia de otros inmigrantes que sólo van a países desarrollados, huyen hacia cualquier lugar del mundo donde puedan realizar los derechos humanos básicos que no consiguen en Cuba, sólo no van tras el “sueño americano”.
Ahora los cubanos no sólo huyen a Estados Unidos, donde a 90 millas, miles, quizás millones de ellos, tienen abuelos, padres, madres, hermanos, hijos, nietos, sobrinos, primos, suegras, cuñados, amigos…, dispuestos a prestarle ayuda como siempre hizo la familia cubana.
Difícil reencuentro: para gusto del general Raúl Castro, saliendo de la Casa Blanca míster Obama tiró en las narices de los “pies secos” la puerta que el presidente Bill Clinton dejó abierta.
¿Es el embargo de Estados Unidos el que prohíbe a los cubanos realizarse como seres humanos y huir de Cuba? Por supuesto que no.
La élite castrista que se dice socialista reside en mansiones, ruedan automóviles flamantes y va con la barriga llena, mientras el pueblo, por cierto, los que más aplauden a esa élite, viven en casas desvencijadas, se apretujan en transportes como ganado y comen lo que le caiga a mano.
Pero si los aplaudidores del castrismo como esposas masoquistas defienden los maridos que les entran a palos, ¿quién lo va a impedir? Nadie, ¿no?, pueden aplaudir, con sus propias energías, criando ganado en las tierras expropiadas, no tienen por qué obligar a quien no quiere vender que venda a crédito, a desacreditados.
Para los cubanos que no aplauden al castrismo y quieren irse de Cuba, 53 años después, Camarioca sigue siendo un precedente. Ellos no serían una carga para el gobierno de Estados Unidos ni para sus familias cubano-estadounidenses. Basta que los recién llegados de ayer encaminen a los recién llegados de hoy; ellos se abrirán camino por sí mismos, ensancharan pueblos, haciéndolos ciudades, como otros cubanos hicieron grande a Miami. ¡Lástima! En ese renacer Cuba se hará más pequeña si no cambia.