MIAMI, Estados Unidos. – Pese al paso del tiempo y la aguda crisis que vive Cuba, el Jardín Botánico Nacional de Cuba (JBNC) sigue siendo un oasis de biodiversidad a unos 25 kilómetros al sur de la ciudad de La Habana.
La construcción del Jardín Botánico comenzó en 1968, a iniciativa del dictador Fidel Castro. El régimen cubano asignó a la Universidad de La Habana la responsabilidad de construirlo con la asesoría del doctor Johannes Bisse (Universidad Friedrich Schiller de Jena, Alemania).
El Jardín se extiende sobre una superficie de más de 500 hectáreas y alberga más de 4000 especies de plantas, incluyendo algunas raras y en peligro de extinción. Su flora incluye plantas provenientes de América del Sur, Asia, África y el Caribe.
No obstante, uno de sus mayores atractivos es su impresionante colección de palmeras, considerada una de las más grandes y diversas del mundo.
El JBNC se divide en varias secciones dedicadas, cada una, a una región geográfica específica. Asimismo, cuenta con un invernadero y un arboreto, que hacen posible estudiar la diversidad botánica en un entorno controlado.
En 1989, se inauguró el Jardín Japonés o Jardín de los paseos, al interior del Jardín Botánico. Ese espacio es obra del arquitecto paisajista japonés Yoshikuni Araki y está enclavado en la zona fitogeográfica de Asia Sur Oriental, con una extensión de cinco hectáreas.
El Jardín Botánico de La Habana no es solo un lugar para la investigación y el estudio; también es un lugar ideal para pasear y relajarse. Los visitantes pueden caminar por los senderos del jardín, disfrutar de la belleza natural que les rodea y escuchar el canto de las aves. También hay una serie de áreas de picnic y lugares para sentarse y disfrutar de la tranquilidad del Jardín.