LA HABANA, Cuba.- La mañana de este martes unas 20 familias tuvieron que abandonar el edificio No. 231 de la calle Bernaza, entre Muralla y Brasil, después de que efectivos policiales, funcionarios de Vivienda y el gobierno municipal de la Habana Vieja, ordenaran el desalojo del inmueble por una alerta de posible derrumbe que emitieron vecinos del lugar.
“Ya estaba en el trabajo, vine corriendo porque mi niña se quedó durmiendo con mi esposo y anoche sentimos los golpes de los pedazos de techo cayendo al piso. Cuando me avisaron pensé que había un derrumbe”, dijo a CubaNet Angélica Martínez Peraza, una de las inquilinas.
Según informaron varios de los moradores desplazados, luego del paso del huracán Ian, a finales de septiembre pasado, las autoridades habían intentado el desalojo en dos oportunidades, pero las familias continuaron ocupando el edificio porque Vivienda nunca llegó a facilitar las nuevas ubicaciones.
Luis Ángel Robaina Gómez, uno de los afectados, explicó que esta vez las autoridades comparecieron en el sitio y forzaron a los residentes a sacar sus pertenencias. El desalojo comenzó desde horas tempranas, sin embargo, pasadas las dos de la tarde las personas permanecían sentadas en la calle sin conocer el sitio al que serían enviadas.
“Hay vecinos que se fueron, pero la mayoría no quieren porque esta es su casa y es lo único que tienen. Por debajo del telón se está cuadrando que, si Vivienda no resuelve el problema, por la noche todo el mundo vuelve para lo suyo y que vengan a sacarnos de nuevo”, dijo Robaina.
El edificio fue declarado inhabitable desde finales de los noventa. Ahora, las recientes lluvias invernales propinaron una peligrosa estocada a su maltrecha estructura, que durante todo el fin de semana estuvo desprendiendo pedazos de las cubiertas que separan a los tres niveles que posee.
El reporte de Yamilet Quesada Triana, vecina del 231, refiere que en los edificios contiguos se sintieron estruendos por la caída de los pedruscos de concreto.
“Tuvieron que hacer la denuncia —los vecinos— porque esa situación afecta sus viviendas, que de paso tampoco están buenas. Tienen sus grietas, como todas las construcciones antiguas de La Habana. Pintado así —el edificio— engaña, pero es una vieja con colorete. Por dentro está podrido”, destacó la mujer.
De acuerdo con Brian Moreira Rodríguez, a través de las aberturas en el techo de su habitación se puede ver el cielo. Hace años que la preocupación lo llevó a medir las rendijas. Según describe, en 2010 la separación era de apenas milímetros y en la actualidad puede pasar su puño al otro lado.
La situación del piso, o sea, del techo del apartamento del nivel inferior, no es diferente. Se estremece con las pisadas y, al limpiar, el agua se escurre por las hendiduras con rapidez y cae a la casa de abajo.
“Este apartamento me lo dejó mi difunta madre, imagínate el dolor si finalmente tengo que dejarlo. Ahora mismo nadie sabe para dónde va, ni hasta cuando, y ya estamos con el fin de año al doblar de la esquina. Es mejor que me dejen morir aquí, lo pierdes todo y el jodido Gobierno no hace nada por ayudar”, concluyó Moreira.
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