Luanda es como Miami

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Hace unos días, cuando salí  de la casa de mis amigos Gisela y Héctor Palacios, ni por la mente me pasó que a los pocos minutos conocería a un extraño personaje que me contaría cosas muy interesantes de Angola.

Estaba de pie en la acera de la calle 23 y B, en el Vedado, esperando un almendrón (taxi colectivo, norteamericano de los años 50), cuando se detuvo ante mí un auto marca Peugeot. El chofer me preguntó hacia dónde me dirigía.

-Paradero del municipio Playa.

Era un hombre que rondaba los sesenta años, alto, de facciones finas, que parecía un etíope. Pero era cubano, y además, ex combatiente de la guerra de Angola.

Le comenté que era la primera vez que conocía a un ex combatiente como él: bien vestido, alegre y manejando un auto moderno, que según me aclaró, era de su propiedad.
Son muchos los cubanos ex combatientes de Angola que he conocido, casi todos alcohólicos, viviendo en pésimas condiciones, comiendo tierra, y otros, como mi viejo amigo Miguel Ángel Rodríguez, arrepentido de haber tirado tantos tiros en Kangamba y Cabinda, para que hoy Angola fuera una nación más próspera que Cuba, por haber adoptado la economía de libre mercado y el pluripartidismo.

Apenas sin preguntarle, porque al parecer aquel singular personaje del Peugeot tenía deseos de hablar con alguien esa mañana, me dijo que había comprado ese carro en Cuba con el dinero obtenido por su trabajo en Luanda, y que allí trabajaba por temporadas para una firma comercial europea.

-Entonces -le dije-, a diferencia de tantos otros, a usted le ha ido bien como ex combatiente.

-Creo que sí, bastante bien. Angola es un país que va hacia un gran desarrollo con su industria: refinerías de petróleo, fábricas de vehículos de motor, de productos textiles y alimenticios. Luanda es como Miami. Sí, como Miami. En nada se parece a la capital aquella que conocimos los cubanos durante la guerra.

-¿No exagera?

-No, Luanda es una ciudad próspera, moderna, sin problemas, sobre todo después de 2002, cuando el gobierno puso fin a las hostilidades a través de un acuerdo de reconciliación con UNITA.

Casi llegando al paradero de Playa, y sin poderlo evitar, le dije:

-Entonces La Habana se ha quedado atrás, tanto que Raúl tiene que apurarse. Nuestra capital casi se hunde en el mar.

El hombre volteó la cabeza, me miró, entornó los ojos, dibujó en su rostro una expresión imposible de descifrar; tal vez risa, dolor o miedo, y me dijo: