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Las víctimas no son culpables

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Luis Hernández Serrano publicó en el diario Juventud Rebelde el artículo Tres acontecimientos y un solo culpable, en el que retoma hechos desatados en Europa en 1939, “que tuvieron en común las ambiciones hegemónicas de poder ilimitado, el militarismo y las pretensiones expansionistas de Adolfo Hitler”.

El cronista se refiere a la agresión a Polonia, a la resistencia de los jóvenes contra “la bota nazi que pisoteó la capital checoslovaca” y a la Operación Bernard, montada por el gobierno alemán para falsificar billetes de Inglaterra.

Llama la atención que al refrescar estos hechos “aparentemente inconexos”, omita la complejidad de la invasión a Polonia, ocupada además por tropas de la Unión Soviética; mientras carga la mano en la sublevación de Praga del 17 de noviembre de 1939, cuyo heroísmo juvenil generó después celebraciones estudiantiles analizadas por el comunicador, quien sintetiza también la maestría de los falsificadores nazis, empeñados en minar el poderío financiero de los ingleses.

El cronista del diario de la juventud no se tira a fondo en algunos detalles de los hechos evocados. Es bueno censurar al nazismo alemán, el fascismo italiano, el falangismo español y otros ismos desastrosos. Sabemos que Adolfo Hitler (1889-1945) desató la Segunda Guerra Mundial al invadir a Polonia y otros territorios europeos, donde sus tropas cometieron crímenes insólitos.

El periodista obvia que tanto Polonia como la República Checa sufrieron la presencia militar rusa, cuyo gobierno comunista firmó un pacto previo con Hitler para repartirse el pastel europeo. Sólo en Polonia los militares soviéticos masacraron a 22 mil oficiales del territorio conquistado. En 1945, como resultado de la contienda bélica, las tropas de la Unión Soviética impusieron gobiernos afines en parte de Alemania, en Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Yugoslavia, Albania y Polonia. En 1956 sus tanques aplastaron a los húngaros que cuestionaron el socialismo, y en 1968 abatieron en Praga a los reformistas del Partido Comunista.

Tanto en los países ocupados por Alemania, como en las naciones invadidas por la Unión Soviética, hubo crímenes de todo tipo y una resistencia tenaz o solapada. El dominio alemán cesó en 1945. El de la Unión Soviética se extendió hasta 1991. ¿No es tiempo ya de que al abordar el pasado nuestros periodistas se olviden de la filiación cubana al desaparecido bloque socialista y sacudan toda la verdad?

Hasta el coronel Putin, ex Presidente y actual Primer Ministro de Rusia, habló en noviembre de 2008 de los millones de víctimas del régimen comunista de su país. Los investigadores de las naciones ocupadas han documentado el costo humano del experimento socialista. Tanto en la República Popular China como en Mongolia, Kampuchea y Corea del Norte se barajan las cifras de la barbarie. En Cuba todavía.
Vale recordar la barbarie propia y ajena. ¿Cuándo reportará la prensa cubana la caída del Muro de Berlín, los sucesos populares contra Ceausescu en Rumania o las imágenes de los tanques chinos que sepultaron a miles de estudiantes en la Plaza de Tiananmen en 1989?

Al leer las verdades a medias de Luis Hernández Serrano, se piensa que ya es tiempo de sacudir la censura, la autocensura y las filiaciones tardías. Los colegas de la prensa oficial deben leer El libro negro del comunismo, que ilustra una barbarie que supera a los millones de víctimas del nazi fascismo alemán y el militarismo japonés.   

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