Al borde de la muerte

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Ignoro si se trata de cadáveres,  pacientes internados en terapia intensiva o ilesos sobrevivientes. Se trata de los inquilinos de la cuartería situada en la Avenida Bélgica No. 819, municipio Habana Vieja. Paredes cuarteadas, techos reventados, segmentos del pasillo intransitables a causa de la caída de parte de sus componentes, son las marcas del tiempo y el abandono.

“Tenemos que caminar con cuidado. Es como si estuviéramos sobre una cuerda floja. Un salto o una pisada fuerte sería el fin”. Ramón teme que de un momento a otro ocurra la catástrofe.

“Hace unos días hubo un derrumbe parcial. Vinieron los bomberos y advirtieron que el edificio estaba listo para evacuar. El asunto es que no tenemos adonde ir. No hay ni albergues colectivos. Esto es desesperante”, expresa.

La crisis habitacional en Cuba es uno de los problemas más dramáticos que enfrenta el país. Anualmente, cientos de núcleos familiares, sobre todo en la capital, pierden sus viviendas a  causa de derrumbes. Un número indeterminado de personas habitan en tugurios o edificios que no reúnen las condiciones mínimas. Esto es un fenómeno que no tiene solución a partir del cúmulo de afectaciones y la falta de financiamiento para acometer la enorme tarea reconstructiva.

Desde el anonimato, expertos en la materia creen que harían falta 15 o 20 años para equilibrar el déficit existente, pero todos se preguntan cómo costear algo que requiere de cifras multimillonarias en una época de crisis económica.

Según informaciones brindadas por un empleado de la oficina municipal que atiende estos asuntos en Habana Vieja, la cifra de muertos y lesionados debido a los  desplomes crece cada año. El municipio Centro Habana se lleva las palmas en una tragedia que tiene garantizada su continuidad.

Un recorrido por la capital es suficiente para cerciorarse de que no es falsa la alarma ante lo que podría considerarse una anomalía cercana a la ficción. Morir bajo los escombros de algún inmueble no es una quimera, sino una posibilidad real que amenaza tanto a sus moradores como a los transeúntes.

Allí, en el No. 819 de la Avenida Bélgica, hay dos menores de edad que quizás no puedan arribar, sanos y salvos, a la adolescencia. Un movimiento brusco bastaría para enterrarlos junto a sus progenitores. 

Ante esta historia cotidiana surge una pregunta. ¿Qué tiene en común ese segmento de marginalidad con Bélgica?  De lo que sí se puede estar seguro es que esas familias estarían deseosas de mudarse para algún suburbio de Bruselas. Un albergue para desamparados en Amberes les vendría de maravilla. Al menos allá, las probabilidades de morir aplastado por un derrumbe son remotas.