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Al ritmo del socialismo

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Una anécdota del director Tomás Gutiérrez Alea (Titón), contada por su viuda, la actriz Mirtha Ibarra, en sus memorias, corrobora la certeza que tenemos los que hemos vivido bajo el socialismo: El socialismo, o lo que pueda parecérsele, como por ejemplo el castrismo, no avanza porque genera una enfermedad incurable: la indolencia, con la que sus víctimas se contaminan.

La anécdota de Titón es sumamente interesante. Filmaba una escena de Cartas del parque, en la ciudad de Matanzas, en la que numerosos extras caminaban por la calle vestidos con ropas de principios del siglo XX, cuando Titón se quedó pensativo, tratando de saber qué era lo que le molestaba.

Su fotógrafo, dándose cuenta de lo que ocurría, le dijo:

-El ritmo, Titón, es el ritmo de los transeúntes.

En efecto, el ritmo de los extras era lento, aburrido, pesado. De inmediato les dieron la orden de caminar más de prisa y la escena  quedó perfecta.

Cuenta Mirtha Ibarra que una de las cosas que más angustiaba a Gutiérrez Alea era que la población cubana hubiera perdido el sentido del tiempo, que la gente no se apurara por terminar un trabajo, y que no acudiera puntualmente a las citas.

Otro intelectual, el escritor uruguayo Daniel Chavarría, también se refiere en sus memorias a la amargura que ve en la sociedad cubana, algo que fue motivo para que estuviera a punto de abandonar la isla y trasladarse a Europa, y que hiciera tambalear sus conceptos sobre la propia factibilidad del socialismo.

Pensando en el tema, salí a caminar por las calles de mi barrio, en el reparto El Roble, del poblado de Santa Fe, al oeste de La Habana. Nunca había observado tanto a las personas que transitan a mi lado, y descubrí que son muchos los que van despacio, al ritmo del socialismo. Jóvenes y viejos, mujeres y niños.

 -Dime una cosa, muchacho, ¿siempre caminas despacio?

 -Creo que sí. ¿Por qué  tendría que apurarme?

A otro joven, a quien conozco de vista, le formulé la misma pregunta.

-¡Y para qué tengo que apurarme, abuela, si no voy a ninguna parte!

-¿No quieres lograr algo en la vida?

El joven hizo un ruido con la lengua y me dio la espalda. Creo que no sabe que nunca, ni bajo el socialismo, por muy afligidos, desengañados y adormecidos que estemos, debemos abandonar los sueños. 

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