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El libro más buscado

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Al fin tengo en mis manos el libro Útiles después de muertos, editado en Barcelona, 1969 y escrito por el guatemalteco Carlos Manuel Pellecer, nacido en 1920.

He pasado la vida buscando lo prohibido. Durante la infancia y temprana juventud veía las películas y leía los libros que la Iglesia Católica de mi pueblo declaraba nocivos. Más tarde, a partir de los veinte años, me tocó vivir bajo el castrismo, y seguí a la caza de autores prohibidos por el régimen, sobre todo aquellos que no profesaban la filosofía marxista, o que narraban la realidad del socialismo, como Boris Pasternak, Alexandr Solzhenitsin, Milován Djilas y otros.

Pero de los tantos libros que el gobierno castrista ha prohibido en Cuba, el que más me ha impresionado es Útiles después de muertos. No existe otra documentación tan esclarecedora como la que brinda Pellecer en su obra sobre la vida de Marcos Rodríguez Alfonso, el asesinato de los mártires de Humboldt 7, ocurrido en mayo de 1957, y la turbulenta y tenebrosa historia del Partido Socialista Popular (PSP) a partir de los  años treinta del siglo pasado, hasta su desaparición, el 3 de octubre de 1965, con la fundación del partido de la dictadura castrista, sucesor de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).

A inicios de los años sesenta muchos viejos comunistas fueron condenados al ostracismo o a prisión domiciliaria. El presidente del PSP, Juan Marinello, fue nombrado rector de la Universidad de La Habana y el Secretario General Blas Roca, enfermó.

Fidel Castro se vengaba así de un partido que siempre había contemporizado con Batista; lo castigaba por vacilante, por haber saboteado la huelga general de abril de 1957, y sobre todo porque criticó los métodos terroristas del Movimiento 26 de Julio, organización fundada por él.

Era evidente que las culpas políticas que pesaban sobre el PSP aún no estaban saldadas por parte de la nueva dictadura, la que no necesitaba de otro partido que no fuera el suyo propio, no importa cómo se llamara.   

Sin embargo, no fue Fidel Castro, en sus muchos años de repetidos discursos sobre las mismas historias pasadas, quien dijera la verdad sobre el asesinato de los mártires de Humboldt 7, tampoco Faure Chomón, antiguo jefe en la clandestinidad, sino Carlos Manuel Pellecer, quien penetró lo más hondo de la curia comunista, se movió entre ellos, y descubrió traiciones de estilo palaciego.

En su libro Útiles después de muertos, expone con lujo de detalles cómo obraba en las sombras el viejo PSP, en pugna con las organizaciones revolucionarias de aquellos años, y a simple vista autor intelectual del crimen de Humboldt 7.

Fue necesario entonces buscar un culpable antes de que todo el pueblo conociera de los métodos bajos de un partido que se nombraba del pueblo.

Marcos Rodríguez Alfonso, miembro de la Juventud Socialista, convertido en un guiñapo humano después de haber sido torturado durante tres años en las celdas del Departamento de Seguridad del Estado, fue llevado a juicio, acusado de delación. Hoy, su nombre es prácticamente desconocido (1).  

Durante todos estos largos años de régimen castrista nada se ha publicado en Cuba sobre su historia. La tarea de hacer polvo al viejo partido de tendencia marxista, utilizando como víctima a este joven de apenas 27 años, terminó el 27 de marzo de 1964, cuando fue declarado culpable y condenado a muerte.

Pocos días después, más muerto que vivo, Marcos Rodríguez fue llevado al paredón de fusilamiento.

1.     Los textos del juicio contra Marcos Rodríguez fueron publicados en la Revista Bohemia del 20 al 27 de marzo y 3 de abril de 1964

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