La ruta del dragón

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El barrio chino es una mezcla de ruinas y esplendor que avanza por la desmemoria del país. Desde el pórtico de la calle Amistad, hasta San José y Escobar, se adentra en Centro Habana como un Midas verdulero a quien un Dionisos calculador le concede el espacio que se le antoje.

Los establecimientos gastronómicos y las instituciones culturales chinas invaden la ciudad sorteando edificios inhabitables, casas de alquiler para extranjeros y solares. Lo mismo entre los escombros de un tren de planchado, una fonda, un garito o un cabaret, que desde los cimientos y paredes sin ventanas ni puertas de una vieja casona canibaleada por los cubanos, emerge un paisaje con serpientes, dragón y salsa china.

La fiebre amarilla recorre la ciudad  vestida con chaqueta y pantalón de raso verde o amarillo. Nada escapa en Centro Habana al nuevo siglo lunar de arroz frito y tallarines.

La mezcla melodiosa del gong con el laúd, los tambores, el címbalo, la flauta de  bambú y el badajo despiertan cada día a los menesterosos que duermen en el  parque Fe del Valle,  lugar en el que un grupo de ancianas hacen ejercicios yoga y practican Taichí.

En  los alrededores del edificio China, donde se reconstruye el casino Chung Wash, las jineteras y los proxenetas trafican prendas de vestir, ron Havana Club y tabacos de la fábrica Partagás, mientras se preparan para alquilarse al mejor postor.

Los baches de la calle Manrique, entre Zanja y Dragones, sirven de escenario a decenas de  bici taxistas que se disputan a los clientes de la Sociedad de Instrucción y Recreo, Ming Ching Than, ante la presencia de los alumnos de la Escuela Cubana de Wansu.

Las áreas exteriores del cine Águila de Oro sirven de refugio a vendedores de todo tipo, que acosan con sus propuestas a quienes atraviesan la mini-cadena de restaurantes del bulevar chino desde  Rayo hasta San Nicolás.

En esa misma calle, entre dragones de bronce, farolitos, tenderetes con aire de pagodas y las paredes mugrosas del clausurado restaurante Pacífico, se reconstruye el Diario popular Chino Kwong Wah Do.

La ruta del dragón no se detiene. Una república china en miniatura con sus falsas bondades se abre paso a través del caos.