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El huracán que no vemos (I parte)

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Faltan pocos días para el cierre de la temporada ciclónica 2009. Por suerte, ningún meteoro asomó sus vientos por Cuba, salvo Ida, que dejó mojado el occidente del país. Pero de ahí no pasó. Y aunque un ciclón nos amenazara  poco o nada queda por devastar. Agricultura, industria y programas de desarrollo social llevan cincuenta años en fase de recuperación; sin añadir que nuestra ideología es esa teja acanalada que al menor soplo de viento hay que remendar.

Hace unos días visité Caibarién, municipio costero de la provincia Villa Clara. Familiares y amigos me dieron la bienvenida con un almuerzo tradicional: tres pargos asados con papas, potaje de garbanzos y arroz.  

Pregunté cuánto habían gastado en aquel almuerzo, pero se rehusaron a responder. Había descubierto las intenciones de contribuir al gasto en los próximos tres días de estancia en la casa.  

Enseguida me puse al tanto de cómo sobreviven los habitantes de Caibarién (pueblo de pescadores), cuáles son sus principales fuentes empleos o subempleos. Allí la actividad agropecuaria estatal brilla por su ausencia, y la pesca todavía sufre las secuelas que dejó el éxodo de 1994, año en que casi la mitad de sus embarcaciones privadas enfilaron proa a Florida. 

Los pargos que comimos ese día los vendió un pescador de paso, a 50 pesos moneda nacional cada. A sobre precio se compraron las dos libras de papas (20 pesos) y el arroz (5 pesos la libra). El garbanzo se compro en la tienda recaudadora de divisas a dos pesos setenta centavos el paquete.   

En medio de ese huracán invisible que azota desde hace 50 años la agricultura estatal planificada, subsisten también los habitantes de Remedios, Camajuaní y Sagua la Grande, territorios con escasa venta de productos liberados sujetos a la economía informal.  

Sobre el incentivo en la reorganización y distribución de productos agropecuarios después del paso de tres huracanes (Gustav, Ike y Paloma) en el último trimestre de 2008, el Estado priorizó el suministro a la superpoblada capital del país y a las cabeceras de provincia, por lo general poco productivas en cuanto a agricultura se refiere, pero con gran demanda de viandas y hortalizas.  

La agricultura estatal no sale del shock de los huracanes del pasado año. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, al finalizar el primer semestre de 2009, la agricultura no cañera decreció en un 4,7 % con respecto a igual período de 2008. 

Si la vista y los medios oficiales de información no engañan, el empeño de nuestro del Estado por levantar la agricultura se estiró a más no poder. Se dice que se reorganizó la transportación de viandas y hortalizas desde y hacia los centros de acopio, se orientó por municipios la entrega de tierras ociosas en usufructo, y se creó una red de tiendas para la venta en divisas de recursos e instrumentos agrícolas. También se restauró las fuerzas y estructuras productivas, los mercados agropecuarios estatales, y se incrementó el pago de algunos productos a cooperativistas y campesinos. 

Con tantas vicisitudes vividas en Caibarién, probablemente si el surco no encuentra la guardarraya, sea más factible alinear el arado mar adentro. Huevo, carne de cerdo, pollo, arroz y algunas viandas y hortalizas aparecen gracias a los intermediarios. 

Regresé a La Habana el 16 de octubre y pocos días después el Estado liberó del  racionamiento la papa, sal, chícharo y azúcar prieta. Sin embargo, a 339 kilómetros de La Habana, en Caibarién, también llegan los especuladores con productos de otras regiones. A buena hora.

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