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Los 490 años y las dos Habanas

Luis Cino

Foto de Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -San Cristóbal de La Habana cumple 490 años y se anuncia que los festejos (hasta donde lo permite la crisis económica) serán por todo lo alto, con mucha utilería y gangarrias. Al gusto del historiador, empresario y diputado Eusebio Leal. Como debe ser el cumpleaños de La Meca de la utopía revolucionaria. 

Personajes históricos con olor a naftalina deambularán por las adoquinadas calles. Cirilo Villaverde podrá explicar a las mulatas, según la experiencia de Cecilia Valdés, las ventajas de “pasar por blanca” en una sociedad donde (ya se admite oficialmente) no acaba de irse el racismo. Alberto Yarini anuncia una clase magistral para chulos con pinta de charangueros y pide que le pongan flores en su ceiba de San Isidro. 

El Caballero de París, por su parte, advertirá de los riesgos de incorrección política en que pueden incurrir ciertos locos que deambulan por las calles de una ciudad donde se supone que el Estado no abandona a nadie a su mala suerte. ¿Por qué mejor no se dejan la barba bien larga y con gorra miliciana, mirada aguerrida y licencia del Historiador de la Ciudad, posan para los turistas? 

Hasta procesión abakuá  habrá este año en la celebración del cumpleaños de La Habana. No sé si estos abakuás serán como los pintaba Belkis Ayón, si los traerán del Combinado del Este o de un plante inventado por el Comité Provincial del Partido Comunista y la Asociación Yoruba.   

Es La Habana para vender de Eusebio Leal. Como un grabado de Landaluze. Un tinglado para recaudar para Los Jefes la moneda dura de los turistas. Folklore de postal turística y títeres del bululú. Mezquita  y catedral ortodoxa sin feligreses. Un cementerio-jardín para ricos, con tierra de colores y a la sombra de un convento. Cartománticas decimonónicas que fungen como mercenarias de la buenaventura… Poco es real, pero vale para el cambalache. Como en el tango: “todo es igual, nada es mejor”.  

Una Habana virtual con puros Cohiba, mojitos y Cuba Libre sin Coca-Cola. Sepia, technicolor o verde olivo. Boinas guerrilleras, carteles y camisetas con el rostro ferozmente soñador de Che Guevara. Música de Compay Segundo y Buena Vista Social Club.   Muchachas y  muchachos que se alquilan (sexies, saludables, instruidos y a precios de ganga). Todo al gusto del cliente 

Una  pintoresca estafa a sólo metros de La Habana profunda, la real. La que habla a gritos y palabrotas. La ciudad que además del olor a ron y lechón asado de los restaurantes en divisa, apesta a mierda, sudor, arrecife sucio y basura sin recoger. 

En ella, faltan el agua, la comida, los zapatos, las medicinas y la libertad. Además de las rejas, las columnas, los balcones y la sensualidad a raudales, está también hecha de calles estrechas y sucias, puntales y parches, escombros, solares que se caen, marginales que no se dan tregua, inventores de imposibles, todo tipo de desventurados. Y chivatos y policías por doquier, con boinas grises o negras, tonfas y perros pastores sin bozal.   

La Habana de todos los albures y las penitencias, alabada con orgullo y melancolía por poetas y cantores. La del prodigio de seguir erguida y aún bella casi con cinco siglos a cuestas. Siquiera por eso, la noche del cumpleaños valdrá hacer la cola para dar las consabidas vueltas a la Ceiba del Templete. No importa que tengamos que esperar que cumplan primero el rito  Leal, sus invitados foráneos y un puñado de mandamases. Después de ellos, pediremos al árbol que nos dé un poco de esperanza.

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