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La vuelta de los guiñapos

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Alberto “El Mojao” está a punto de  cumplir un sueño: volver a verse campeando en su estercolero, acogido y perdonado por el régimen que lo bordó a mano para después catapultarlo al mundo, a que impusiera su marca de fábrica como parásito, y como guiñapo sin cerebro y sin alma. 

Desde Miami, o quizá desde México o Costa Rica, donde también dicen que ha pernoctado en los últimos tiempos -ilegalmente, se supone-, acaba de llamar por teléfono a sus compinches en la barriada habanera de La Lisa para anunciarles que le autorizaron el regreso y que a más tardar en el próximo mes de diciembre estará celebrando el reinicio de sus aventuras en estos pedregales.

Cuentan los compinches que para Alberto “El Mojao” la experiencia en el exterior resultó decepcionante. Aseguran que no se cansa de repetir que ninguno de los sitios en los que estuvo operando es mejor que la Isla para desarrollar “su lucha”, motivo por el cual, en lo adelante rogará diariamente a los santos para que le prodiguen salud, suerte y larga vida a la dictadura cubana.

Con una alhaja de expediente como ladrón, drogadicto, proxeneta, navajero y, claro, chivato de la policía, Alberto “El Mojao” se subió a una lancha rápida hace cuatro años y medio en busca de nuevos horizontes. Pero desde hace algo más de un año, cuando casi lo matan durante una operación de estafa que no le salió bien, empezó a sentir nostalgia por la patria ausente, donde todo es más fácil y menos peligroso, dice él, siempre que no te metas en política.

Cuentan sus compinches que como el tipo “filtra un mazo”, al mismo tiempo que desarrollaba gestiones para que le autorizaran el regreso, se dedicó a enviar para la Isla equipos electrodomésticos, ropas, relojes, prendas, piezas de repuesto y otros enseres con los que ha ido organizando un almacén que le permitirá convertirse a la vuelta en un próspero empresario del comercio subterráneo. 

Todo está previsto y calculado por Alberto “El Mojao”, incluso un programa de elogios al socialismo del siglo veintiuno, más la consecuente abjuración del capitalismo salvaje, a través de cualquiera que le ponga un micrófono delante de la boca.

Sin embargo, su caso no pasaría de ser una pintoresca pincelada, si no fuera porque aumenta la lista de cierto tipo de emigrantes que en proporciones notables se han regresado últimamente con el rabo entre las patas y dándose golpes de pecho, a la vez que afilándose las uñas para recuperar lo perdido. Y entre ellos parecen ser muy comunes las biografías como la de Alberto “El Mojao”.

Algunos vuelven directamente a la calle para continuar en sus andadas, como quien se incorpora al trabajo después de unas vacaciones. Otros van a prisión durante un breve período, para cubrir la forma, y luego salen a cabalgar de nuevo, sean cuales fueran los cargos en su ficha delictiva. Todos, sin variación, exteriorizan su agradecimiento al régimen y declaran estar dispuestos a profesarle lealtad en lo sucesivo. 

Conste que su oportunidad tendrán, aún más en estos días, cuando se reactivan las “brigadas de respuesta rápida”, cuyas tareas resultan ideales para poner a prueba a los vándalos y a las alimañas con menos de una micra de seso.

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