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Entre pillos

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - No hay manera de adecentar la sociedad cubana. Los códigos que rigen la conducta de la mayoría están tan torcidos como las mentes de los diseñadores de la revolución.

El fenómeno nace de un discurso político que vistió de gala a la ortodoxia ideológica, y le puso zapatos de plomo a la eficiencia. A golpe de terror partió la moralidad en pedazos.
De ahí surge el pillo, el malversador, el vago habitual y otros personajes que viven bajo el sayón del socialismo. Ninguna institución se salva de esa plaga que crece proporcionalmente al descontrol y las indisciplinas. Jefes y subordinados hacen pactos para camuflar el delito. Alteran precios, ajustan a su favor los instrumentos para el pesaje, niegan la existencia de algún producto con el fin de que el cliente pague por la izquierda.
El periódico Granma publicó un artículo sobre las irregularidades encontradas luego de un recorrido por varios centros comerciales que operan en pesos convertibles.

Aparecieron algunas violaciones respecto a la arbitraria modificación de los precios.
De esas sumas birladas a los consumidores se nutre parte de la economía de gerentes y empleados. También con las ganancias sobornan a inspectores y consiguen acceder a sitios prohibitivos para el ciudadano común.

Pese a un discreto crecimiento en la cobertura mediática de estos percances, no es posible vislumbrar ni la sombra de la solución. Las actitudes negativas han logrado masificarse, al igual que el voto unánime en torno a las propuestas del partido, o las marchas convocadas por alguna de las entidades afines al gobierno. 
 
Para colmo, los mayores pillos suelen ser desmovilizados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT).

Para entrar en el círculo de las gerencias y otras responsabilidades de relieve, también sirven la militancia en el partido y la juventud comunista. El amiguismo y el nepotismo se añaden a las vías para ponerse detrás del mostrador o de un buró desde donde empezar a desbancar los bienes del Estado y exprimir los bolsillos de los clientes.

Con el refrigerador roto, estoy a merced de esa fauna. Esperar por el técnico que cumpla con su labor en tiempo y forma, es soñar con lo imposible. La trama para la extorsión ya comenzó. Y si me hago el legalista se me pudren los alimentos.

Dicen que en el taller no hay nada. Sin embargo, un amigo con un problema similar resolvió su situación en pocas horas. Asegura que desde el primer momento fue al grano. “Esto es así, que le vamos a hacer. Ponte las pilas o alquílale la paciencia a un chino”, dijo, alentándome a imitarlo.

Entre la escasez, la desidia y el descontrol, los pillos nacen y se multiplican. Habrá que seguir soportando la plaga por tiempo indefinido.

 

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