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¿Socialismo del Siglo XXI?

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Las autoridades cubanas envían continuas señales sobre cambios en la infraestructura económica de la nación. El proyecto de socialismo del siglo XXI, con características chinas, es prometedor, pero nadie sabe hasta qué punto es compatible con la realidad cubana.

La primera traba que enfrentan los reformistas son ellos mismos. Una nueva visión económica y social  implica sacrificios políticos radicales. ¿Estarían dispuestos a renunciar al poder? José Martí escribió: “Todo poder amplia y prolongadamente ejercido degenera en casta. Con la casta vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos a perderlas, las intrigas para sostenerlas”.

A nivel de conciencia social existe otro reto; sustituir la imagen paternalista del Estado por la responsabilidad personal. El socialismo real fracasa porque anula al ser humano. La inexistencia de la propiedad privada desestimula al hombre, e inhibe su capacidad de tomar decisiones, algo que atenta contra los resultados productivos y la gestión comercial. El desplome económico conduce a la crisis política y la sustentación del poder por medio de la represión. 

Raúl Castro elimina lo que considera “gratuidades,” pero mantiene atados de manos a los ciudadanos con tal de defender el modelo económico socialista. La prosperidad de una nación no radica en las grandes compañías, sino en el desarrollo de las pequeñas empresas. Un ciudadano lo resume todo de esta manera: “Los superávits de la cadena hotelera Meliá, o la corporación CIMEX, no ponen un plato de comida en la mesa de mi familia; tengo que ganar dinero inventando en el mercado informal. A la par, los impuestos que se aplican a los cuentapropistas son injustos”.

Existen otros obstáculos después de controlar el gasto militar, resolver el exceso de profesionales improductivos. Está el dilema de la doble moneda, establecer o no una voluntad política sensata de apertura a la inversión extranjera, y liberar las fuerzas productivas.

Cuba no es China, y por lo tanto, no dispone de los recursos de aquella nación.  Además, se trata de otra idiosincrasia.

La reforma en curso no es mala, sólo que es incompleta y constituye un peligro para los funcionarios al servicio del poder. De hecho, El Capital, de Karl Marx, no es un panfleto-guía, sino una metodología de análisis dialéctico.

Un socialismo democrático sólo puede lograrse a través de los que tienen la capacidad de colocarse en el lugar del otro, y respetar su libertad.

 

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