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16 de febrero de 2009
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¡Busquese un particular!

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – La cocina de casa estaba maltrecha. Era casi imposible abrir las llaves y los quemadores comidos por el óxido. Llamé entonces a la Empresa de Gas Manufacturado para solicitar ayuda urgente. En un dos por tres expuse mi caso a la persona que me atendió, explicándole el peligro que corría mi familia.

La respuesta fue:

-Mire, aquí sólo se atienden roturas en conductoras, fuera de los domicilios. Búsquese un particular.

En Cuba los que ejercen oficios particulares están divididos en dos grupos: los autorizados por la Oficina Nacional de Atención Tributaria, y los que trabajan por su cuenta y riesgo. Unos y otros  han ido desapareciendo debido al acoso gubernamental.
Desde la década del 60 empezaron las primeras cruzadas contra la actividad particular. Las licencias, conocidas en el argot popular como patentes particulares, se limitaban a unas cuantas personas. En la década del 90, con el desplome del comunismo en Europa Oriental y la consiguiente pérdida de los subsidios del campo socialista, que catapultó la debacle económica que el gobierno cubano llamó eufemísticamente Periodo Especial, el péndulo se inclinó hacia la autorización de nuevos negocios particulares, que llegaron a alcanzar la cifra de 200 mil. Actualmente la mitad de esas licencias ha desaparecido, y el gobierno no entrega nuevos permisos. 

La  Empresa de Gas Manufacturado y la Empresa de Gas Licuado, si bien son las únicas entidades comercializadoras del combustible, no proveen los servicios básicos que requiere la población. O mismo ocurre con muchas otras empresas estatales que monopolizan las diferentes ramas de la economía y los servicios.

El rechazo del gobierno hacia la industria de bienes y servicios privados es otro de los múltiples factores que hacen nuestra vida cotidiana cada vez más difícil y provocan la emigración de los cubanos hacia otras tierras, donde se respete el derecho al libre comercio.  

Los que necesiten los servicios de un albañil, un plomero, un electricista o un carpintero, no tienen otra opción que acudir a los talleres del Estado, y negociar con los empleados, bajo la mesa, el servicio que necesitan. En la mayoría de los casos, los trabajadores que prestan el servicio clandestinamente, utilizan materiales que roban a las empresas.

Así las cosas, hasta vaciar una fosa repleta de excremento se convierte en un asunto de locos. En la empresa Aguas Negras de La Habana no hay camiones, o los hay pero no tienen mangueras, y si tienen mangueras las turbinas no generan la fuerza suficiente para succionar los desechos. Al final tenemos que adaptarnos a vivir acompañados del perfume de las heces fecales. 

La eficiencia de las empresas estatales cubanas es simplemente nula. Sólo un cambio de drástico en la política, resolvería la situación; pero el gobierno no cede espacios a la iniciativa privada por miedo a perder el poder.

¿Hasta cuándo seguiremos padeciendo estas cotidianas calamidades?

 

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