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22 de enero de 2009
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El aroma de Pura Monzón

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Jamás imaginó Pura Monzón llegar a tanto. Inició su vida laboral en una bodega donde vendía pan, y al mismo tiempo servía de blanco a los malos humores de los clientes hastiados de la mala calidad del producto.
Comprendió que su vida nunca mejoraría vendiendo pan, y decidió tomar otro derrotero. Consiguió otro trabajo en una farmacia, donde montó un tinglado de venta de medicinas servidas al cliente a domicilio, lo que le proporcionó cierta independencia económica.
Pero la capacidad industrial de Pura Monzón se reveló después de su unión con  Papito Muela de Oro, uno de los más relevantes buscavidas de Arroyo Naranjo. Con el título de farmacéutica de Pura y la habilidad de Muela, se inició el negocio de los perfumes a veinte pesos el frasco.

El Nene, amigo de Papito, entabló una amistad íntima con Yuzmyladis, trabajadora de la fábrica de jabones y perfumes Suchel. De allí salió la materia prima. Mientras, Pura recorrió las casas de los vecinos y recogió cuanto pomo de perfume vacío encontró.
La industria casera empezó a crecer cuando la farmacéutica aprendió con maestría a destilar el agua y ligarla con el alcohol que se llevaba de la farmacia. Luego, los mezclaba con las gotas mágicas que la novia de Papito sacaba de la perfumería. Con cada mezcla, el producto adquiría más calidad.

En Arroyo Naranjo nadie se había enterado de la cadena de montaje de la aromatizadora casera. El cliente aceptaba cualquier explicación con tal de llevar un poco de buen olor a su vida. Después, apremiados por la demanda, Papito puso a Yuzmyladis y a su abuela a rellenar los pomitos con el menjunje que, decía, era mejor que cualquier perfume francés.
La primera complicación se presentó cuando a Nancy (prima de Papito, vendedora estrella de la empresa) se le perdió un dinero destinado a comprar extracto y no pudo ofrecer al grupo una explicación convincente. Luego, Pura se enfermó de varicela y dejó de trabajar dos semanas. Los pomos escasearon y la abuela salió a buscar en los latones de basura ante los gritos de los muchachos del barrio.

-¡Vieja buza! ¡Vieja buza!

Lo peor se desató cuando Papito insultó a Nancy, la acusó de ladrona y la echó del negocio. La muchacha, vengativa, ligó con orine de varias fuentes el último lote de perfume fabricado, listo para su distribución. 

Cuando Mariví compró un frasco para usarlo en la misa espiritual convocada por su madre con el propósito de espantar los malos espíritus, descubrió que del envase emanaba un olor extraño. Y ardió Troya. Se desataron los espíritus de los orines viejos, y a casa de Pura Monzón se fue la tropa a reclamarle.

El escándalo fue mayúsculo, la policía intervino y descubrió el negocio clandestino. Pura y Papito fueron juzgados y multados con tres mil pesos. Y lo peor fue la andanada de insultos que recibieron del vecindario. Muela y las implicadas desaparecieron del mapa.

Así terminó Pura sus días de empresaria. Sólo le queda el estribillo que los muchachos majaderos del barrio entonan cuando pasa: 

-¡Pura, Pura, cochina, tu perfume no es más que orina!

 

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