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Los cambios

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Hay un sentimiento de decepción latente en muchos cubanos. Los cambios tan esperados como necesarios no se vislumbran en el horizonte político nacional. Y lo poco que se ha hecho, no repercute en concreto en la esfera económica.

Mujeres y hombres discuten en voz baja los problemas que los afectan y no alcanzan a ser resueltos. En ciertas situaciones límites, se producen reacciones como la protesta de los estudiantes del ISA (Instituto Superior de Arte) por mejorar sus condiciones de vida en la residencia estudiantil y que, además, reclamaban que las autoridades docentes los escucharan, dialogaran, intercambiaran con ellos acerca de los problemas que los afectan.

La población cubana no se puede considerar homogénea. En este fin de año los criterios, opiniones, condiciones de vida, perspectivas vitales, se particularizan de un modo tal que para visualizarlos mejor pudiéramos decir que reflejan un archipiélago o un rompecabezas, debido a las piezas diferentes que lo componen.

Realmente, una buena tercera parte de la población teme a los cambios que pueden producirse; otra buena porción del resto se prepara para enfrentarlos y sobrevivir y  un sector, hasta cierto punto numeroso, por contar con el apoyo de la familia en el extranjero los espera con escepticismo. A éstos sólo los inquieta el curso de las relaciones con el extranjero, singularmente con los Estados Unidos. Sin embargo, todos sienten que los asuntos nacionales no pueden marchar como hasta ahora.

Los movimientos de ministros, la venta de artículos electrodomésticos, la venta de líneas de telefonía móvil, una ligera flexibilidad en los trámites y permisos de salida del país, el plan de concesión de tierras en usufructo, y algunas variaciones de reglamentaciones no implican una transformación real.

Lo que la mayoría de la población espera es que las autoridades, a todos los niveles de decisión, escuchen los criterios libres de censura de la mayor parte de los ciudadanos y que éstos sean tomados en cuenta ya.

Ahora ya no es un problema de la calidad del pan (que nunca mejora verdaderamente), ni de las afectaciones de la crisis  económica mundial, ni del embargo que aquí llaman bloqueo, ni del suministro de agua potable que falta en muchos sitios, ni de la eliminación de los baches en las calles, ni de la recogida de basura a tiempo; hoy es hora de que en realidad la burocracia gubernamental pierda el miedo y vea nítidamente el panorama nacional.

En estos momentos en que al Estado le resulta difícil y oneroso cargar con todo y ocuparse de proveerlo todo, en que sus capacidades omnímodas han decaído tanto, salvo para reprimir cualquier intento de oposición o disidencia, debería eliminar de una vez por todas las prohibiciones que atenazan en realidad las fuerzas productivas con las que cuenta el país, antes de que el inminente envejecimiento paulatino de la población laboral sea otra nueva carga.

Empeñarse en restaurar las redes de confiabilidad con y entre los ciudadanos. Restablecer los lazos de comunicación en todas direcciones y de este modo, emprender una política de diálogo real con la ciudadanía, no  como hasta el presente, cuando cualquier intercambio se establece a la medida de la distancia del buró del dirigente.

Tendremos que vivir aún un buen tiempo con la carga del pasado, esta es otra realidad. El legado de medio siglo, lamentable o no, favorable o no, es en el presente una discusión bizantina. Salvar el presente y prepararnos para reconstruirnos en el futuro, potenciar todas las capacidades humanas, materiales, sociales de la nación es lo que hace falta de inmediato.

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