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La herencia de la guerra

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - El domingo 6 de diciembre leí en Juventud Rebelde una crónica de José Alejandro Rodríguez que se suma a la evocación manipuladora de la Operación Tributo, aquel suceso macabro de diciembre de1989, cuando multitud de cubanos desfilaron ante los restos mortales de miles de compatriotas caídos en las guerras de Angola, Congo, Etiopía y otros rincones de África, países donde combatieron para apuntalar a una de las partes en conflicto por orden de la antigua Unión Soviética.

LA GUERRA EN ANGOLA CON LA PARTICIPACIÓN DE LOS CUBANOS

En Guerreros de la herencia, el reportero se hace eco de la versión oficial que justifica la intromisión en África de más 300 mil militares cubanos, calificados ahora –como entonces-, de libertadores que fueron a venerar a sus antecesores, “la vindicación genética a nuestros ancestros mandingas y bantú”.

Según el periodista, aquellos guerreros, jóvenes en su mayoría, “cayeron por nosotros y abrieron el camino de la libertad africana”, por lo que entran en “la frontera de la gloria” y debemos “pedirles que nos iluminen en estos combates de hoy, tan sutiles y engañosos”.

Al contextualizar la Operación Tributo y otros sucesos de la denominada “guerra fría”, los medios de comunicación de Cuba embellecen el pasado y olvidan ciertas lecturas de la historia para legitimar la promoción de la violencia en África, Asia y América Latina. Ha cambiado el panorama internacional, pero la fábrica de trucos que justifica los combates reales e imaginarios sigue igual, los espectros de ayer manejan los mismos argumentos.

No somos guerreros con herencia. La herencia es terrible y no se resume con metáforas ni imágenes encubridoras. Los soldados y oficiales cubanos no fueron a las guerras de África por voluntad propia, cumplían órdenes. La gran mayoría fue a pasar el Servicio Militar Obligatorio. La liberación de África es un mito. ¿Son libres Angola, Congo, Etiopía, Mozambique o Namibia? ¿Libres de quién? ¿De Dos Santos, Mengistu Haile Marián, de Mugabe o de los Castro?

Los jóvenes cubanos que se embarcaron hacia Angola y Etiopía fueron tras los cantos de sirena de una ideología que les enseñaron en la escuela. Más que internacionalistas fueron piezas de un ajedrez político, carne de cañón para glorificar al titiritero que movía el tablero.

Los mártires de nuestra presencia militar en África fueron Odiseo sin retorno. Dejaron en la isla a las novias sin velo, a Penélope sin palacio ni telar, a los hijos sin padres, a las madres y viudas sin consuelo. La muerte, las deserciones, la locura y las familias divididas fueron parte de esa herencia que involucró a una nación que perdió la inocencia.

Dos décadas después del entierro de miles de cubanos envueltos en las guerras coloniales de África, resulta pueril encubrir la intervención con la misma letanía, como si todos los cubanos fuéramos de origen africano. La sangre derramada, la gloria patriótica, la liberación y el internacionalismo proletario adornan el viejo cuento con que el poder nos sigue embutiendo.

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