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Marionetas en acción

Tania Díaz Castro  

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Antes de 1981, el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, expresó  que aquél se trataba de un período de confusión, en el cual había una relación tirante y de desconfianza entre la organización administrativa del régimen castrista y la cultura.

 ¿Cómo se rescata nuestra memoria cultural e histórica si se obliga a los niños de la más tierna edad a pensar según los parámetros políticos del gobierno? Hace apenas unos días, el periódico Granma  publicó  una foto de niños pequeños de apenas cinco años, bajo el título: ¨ La participación de los niños es un ejemplo de democracia ¨.

El artículo, un verdadero disparate desde el punto de vista psicológico, apoya la idea de que los niños cubanos, desde su más tierna edad, deben ser comunistas, sin tener en cuenta de que -con excepción de los niños genios- algo muy poco común en el mundo, los infantes son verdaderos autómatas que repiten lo que oyen, carecen de opiniones propias y son fáciles de convencer, porque es la edad en la que se anda con la mirada perdida; como marionetas en acción.

Aún así, en la Cuba de Fidel Castro los niños juran ser como Ché Guevara desde sus primeros años, cuando asisten a las guarderías infantiles y continúan con esa práctica en la Organización de Pioneros, antesala de las organizaciones de comunistas adultos del país.

A pesar de que el régimen modifica en estos momentos el código de familia, según los nuevos lineamientos de las convenciones de Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y sobre los derechos del niño, insiste en adoctrinarlos para que se declaren castristas.

Para estos fines, y a pesar de la crisis económica que se agudiza en estos momentos en Cuba, se han producido más de 16 millones 663 mil ejemplares de libros de texto y cuadernos para el curso escolar actual, entre los que se destacan cuatro títulos: Pasajes de la guerra revolucionaria y Diario de Ché Guevara en Bolivia, de Ernesto Guevara; La Edad de oro, de José Martí, e Historia de Cuba, libro escrito desde la óptica de destacados historiadores incondicionales del castrismo. Todos dedicados a los niños de la nación por el propio Fidel Castro, que lo ordenó claramente el 18 de octubre de 1967: “Deseamos, sinceramente, que nuestros hijos sean como el Ché”.

No se refería solamente a su docena de hijos, dentro o fuera de sus matrimonios, sino a todos los del país.

Como sus órdenes todavía se cumplen, el 8 de octubre pasado cerca de 105 mil niños cubanos recibieron la pañoleta como parte del ritual de iniciación de la Organización de Pioneros José Martí que, paradójicamente, no estimula a los niños a ser como el amado Apóstol, sino como el asesino extranjero que fusiló a cientos de cubanos durante los primeros meses de 1959.

 

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