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De cómo Paz se licenció

Frank Correa                                                                                                 

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – “La vida militar en Cuba es lo mismo que la civil: pura burocracia” -confesó Roberto Paz, quien  hace unos años tuvo una amarga experiencia en las Fuerzas Armadas.

Estudió ingeniería química en la Ciudad Universitaria José Amonio Echeverría, en Ciudad  de La Habana. Durante la carrera, la cátedra militar lo preparó para prestar  servicio social en las fuerzas armadas por tres años después de su graduación. Embullado, por su juventud y  los condiscípulos, Paz juró la bandera, vistió el uniforme, y comenzó a descontar desde ese día los tres años que faltaban para licenciarse. La vida militar no le gustaba. Su sueño era ser puntista en un central azucarero, como su padre.

Fue destacado a la unidad de tanques de Aguas Claras, Holguín. Al poco tiempo lo trasladaron a la división de infantería motorizada 1640, la punta de lanza del Ejército Oriental. Pasó los tres años con la plana mayor,  en despliegues y maniobras tácticas    dentro de cubículos soterrados, alrededor de  mesas de trabajo, dibujando combates imaginarios en grandes mapas donde se derrotaba a al enemigo que había osado tomar una cabeza de playa.

Cuando estaba a punto de cumplir los tres años de servicio, envió su solicitud de licenciamiento al Estado Mayor, en La Habana. La respuesta fue: “Es  imprescindible en su puesto de combate”.  

Al cabo de unos meses redactó otra  solicitud, explicando que el tiempo jurado había concluido, y  estaba pasado en cuatro meses y veintisiete días. La respuesta fue la misma: “Es imprescindible, y estamos en el momento decisivo”. 

Se enteró que en la escuela militar Camilo Cienfuegos de Guantánamo, buscaban  un profesor de tiro, y solicitó al Estado Mayor General su traslado por cercanía  familiar. Le fue concedido. Pero tampoco se sintió a gusto. Soñaba con licenciarse e irse a  darle el punto al azúcar en un central. Redactó otras tres solicitudes de licenciamiento en un periodo de  año y medio. “Usted es imprescindible en  el puesto de combate asignado” –era la respuesta. 

Por su nivel universitario, además del tiro,  el jefe de la escuela le entregó la jefatura de Armamento, y también la oficina de Cuadros. Tenía bajo su control  un centenar de fusiles automáticos,  pistolas,  granadas, equipos de rastreo por GPS, anteojos de mira infrarroja, un traje preparado para salvarse de cualquier holocausto y cajas de balas, de todos los calibres.

Una noche, desde un teléfono de la ciudad llamó al oficial de guardia de la escuela.

-¿Oficial de Guardia de Oveja? -preguntó enmascarando la voz con un pañuelo.

-Sí, ordene.

-Por aquí el Oficial de Guardia de Caballo -era el indicativo del Estado Mayor General.- Copia el siguiente telefonema. “Acaba de ser licenciado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias el teniente Roberto Paz Felipe. Por sus méritos acumulados en los más de tres años de servicio será ascendido al grado inmediato superior y condecorado con la medalla Servicio Distinguido de las FAR”.

Al otro día lo esperaban el jefe de la escuela y el político, quien lo acompañó hasta su cuarto.

-Eres  joven, universitario, con mucho futuro. Puedes llegar  a General, si  quieres.

-No me interesa llegar a General. Sólo quiero ser puntista de un central, compañero político. Nada más.

beilycorrea@yahoo.es

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