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Santa Claus y el sindicato de timadores

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Comienza diciembre y en Cuba los sobrevivientes del castrismo se aprestan a buscar a toda costa las vituallas para los días navideños.  

Mientras en muchos rincones del mundo se respira un ambiente festivo, de reconciliación familiar, en Cuba suena el grito de “al combate” de los timadores, especuladores y ladrones.  
 
Pero no sólo estos especímenes de vándalos suelen doblar turno en la recta final de cada año y sacudir la “tranquilidad ciudadana” para alimentarse del dinero ajeno. Esa manía de alterar los precios en las Tiendas Recaudadores de Divisas (TRD), lo que llamamos “multas” en el lenguaje de la calle cubano, suele burlar cuanta auditoria o medida disciplinaria caiga sobre los infractores, sean dependientes o gerentes. 

Ni los reportajes televisivos, las advertencias en las revistas oficiales, ni el disgusto que genera esta práctica en la clientela, han podido aplacar el flagelo que se asoma y esconde por arte de magia. Y es que Santa Claus, en Cuba, suele vestirse de verde con ribetes negros.  

Nuestra economía es una oveja descarriada en medio de la crisis mundial. En mercados, ferreterías y tiendas por departamentos, lo que antes era una oferta variable, en moneda nacional o convertible, hoy es una limitada opción de productos que ganan espacios de exhibición para aparentar abundancia. 

En algunos mercados de los barrios La Víbora y Santos Suárez, en el municipio 10 de Octubre, un kilogramo de picadillo de res, pescado, pavo o pollo, subió de precio en las dos monedas. Nadie cree que el sindicato de timadores –dependientes de oficio- sea el que esta vez apele al talonario de multas. Más bien parece obra del Estado Santa Claus, quien, arrollando los subsidios con su trineo tirado por renos octogenarios, se ve obligado a subir el precio de lo que mal comemos. 

Para nuestra tranquilidad, sabemos que los carteristas, jugadores del burle y de las chapitas, huyendo de las cámaras de vigilancia en el centro, mudaron su campo de operaciones para la periferia capitalina. Existe la corazonada de que la venta ilegal de un turno en las agencias de pasajes interprovinciales subirá de cien a ciento cincuenta pesos, y que la oferta clandestina de coronas en las funerarias rozará igual cifra. 

¿Preparados para los avatares de diciembre? Diría que sí. Papá Estado y pueblo se sacuden uno a otro. De otra forma no se podrían inventar los regalos y las fiestas navideñas. Si Santa Claus se viste de verde olivo, no queda más remedio que afiliarse al sindicato de timadores. 

Ambiente festivo es lo que sobra, a golpe de ron, macho asado y yuca con mojo. Reconciliación familiar y ayuda al prójimo, tal vez. Pero rebajas de precios, hasta que Santa Claus no cambie el traje, el trineo y los renos.

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