La isla perdida de Riverón

Frank Correa 

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubane.org) - En 1987, Efraín Riverón, hijo del poeta cubano Francisco Riverón Hernández, llegó a casa de la poetisa Tania Díaz Castro con un  paquete de libros de su padre, escondidos en una mochila. Eran textos inéditos escritos a máquina, para que los guardara en su casa de Lealtad 305, en Centro Habana. 

Esos libros se salvaron del saqueo que Seguridad del Estado le hiciera al poeta mayor Francisco Riverón Hernández por los años setenta, cuando le confiscaron  sus libros inéditos y  le dejaron en su espíritu una secuela de dolor y angustia que finalmente terminó con su vida. 

Estas copias que pudieron salvarse, las guardó por años un amigo del poeta que ha permanecido en el anonimato. En 1988, Emigdio López Castillo, antiguo militante comunista y vicepresidente del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, las hizo llegar a Miami. 

Algunos libros de aquel paquete han salido a la luz, para colocar a Francisco Riverón Hernández en el lugar que merece dentro de las letras cubanas. Escribí una crítica sobre su novela Diógenes 70 o las dos caras de la moneda. Nunca había disfrutado tanto al comentar un libro. Con el punto final de aquella reseña publicada en CubaNet,  desde mi posición de artista comprometido, le otorgué a Riverón el Premio Nacional de Literatura.  
Hoy tengo en mis manos otro regalo, La isla perdida, Ediciones Iduna 2009, Miami, con prólogo del poeta cubano Manuel Vázquez Portal. A continuación aparece una foto del poeta chileno Pablo Neruda cuando conversaba con Riverón en la Habana, en la década de 1960.

Para entonces, ya Riverón había publicado Surco y taberna, 1950-51; Cosecha, 1954, Decimar y cuatro poemas civiles, 1956; Antología guajira, 1958; Caimán sonoro, 1959; José de los cubanos, 1960, y otros. Era el poeta popular más conocido en Cuba, aunque su pensamiento patriótico le abrió los ojos en el mismo instante en que la revolución democrática de Fidel Castro se iba a bolina y para él se hundía la Tierra. 

En la foto mencionada, Riverón aparece con aire de recogimiento, la mejor expresión de lo que se cernía sobre su corazón en aquellos, que derivaron en el quinquenio gris, en la persecución, en el saqueo de sus manuscritos. 

Dieciséis poemas componen La isla perdida, un libro fruto de la madurez literaria de Riverón, algo que sólo otorga los años de sacrificio y ejercicio de la poesía.   Estos versos trascienden cualquier convencionalismo, pero  también desbordan todos los cánones previstos, porque la marca que dejó Riverón  en las letras contemporáneas cubanas, le ceden los derechos de situarse en un sitio de honor en la historia de esta larga y dramática lucha por devolver la democracia a su isla perdida.