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León contra mono

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La pelea es de león contra mono: un hombre solo, pobre, desorientado, sin recomendaciones ni padrinos, con las malas leyes del país en su contra, sin abogado, y sin una institución que se atreva a defenderlo, frente a un sistema de poder totalitario que todo lo controla y domina bajo la coyunda del miedo.
Para colmo, este hombre no se atemoriza, lo cual irrita aún más a sus victimarios.

Modesto Cordero Azcuy, habanero de 41 años, acaba de ser expulsado de su empleo como estibador bajo la imputación de “no confiable”.

Su no confiabilidad no se debe a la falta de atributos naturales, pues se encuentra en plenas facultades físicas. Tampoco se debe a su conducta, ya que Modesto exhibe un expediente de trabajo y una actitud social sin tachas.

Pero estos no parecen ser requisitos suficientes para conservar el empleo como cargador de bultos, al menos no en Cuba, donde, además de ser sano, laborioso y honrado (y aun antes y por encima de ello), se le exige al hombre suspender toda relación con personas que no simpatizan con la política del poder, aunque se trate de su propia familia. Y más, se le exige absoluta alineación con el gobierno.

En agosto pasado, el director de su centro laboral (una dependencia de la empresa PROVARI) llamó a Modesto a su oficina para preguntarle si había tenido algún problema legal, pues desde el Ministerio del Interior lo estaban descalificando como trabajador. Él no había tenido tropiezos con la ley. No obstante, le aclaró al director que su único problema podría radicar en el hecho de que un hermano suyo anda en trámites de abandonar la Isla como refugiado político.

Unos días después, volvió a ser citado oficialmente, esta vez para informarle que habían resuelto despedirlo, pues, según le explicó muy someramente la Jefa de Recursos Humanos, en PROVARI no pueden trabajar quienes tengan vínculos con desafectos a la revolución ni quienes desean irse a vivir a otro país.

A partir de ese momento, sin sostén ni esperanzas (¿qué esperanza le queda a quien no califica para un empleo de estibador?), Modesto ha perdido inútilmente el tiempo en una serie de gestiones para reclamar sus derechos ciudadanos.

Su apelación al Ministerio del Interior fue respondida con una evasiva desidiosa. En el centro de trabajo volvieron a citarle para ratificar la sanción, argumentando ahora que era una comisión de la empresa, a nivel nacional, la que había resuelto el despido. La representante de base de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), único sindicato legalizado en la Isla, y al cual está afiliado Modesto, no sólo no lo defendió, sino que incluso, obedeciendo órdenes de la jefa de Recursos Humanos, se negó a entregarle una carta con la evaluación de su trabajo.

En tanto, Modesto Cordero Azcuy, un hombre solo e indefenso ante la fuerza omnipotente, bruta y abusadora del poder, no sabe qué hacer con su vida, ni para dónde virarse, ni de dónde sacar los pesos que necesita para el sustento de la familia. Su pelea es de león contra mono, y el mono amarrado.

 

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