Crónicas          
31 de marzo de 2008

La fiesta del Guatao

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - El final de Viridiana, un filme rodado en 1961 en España por el genial director de cine Luis Buñuel, me recuerda constantemente esta resaca de castrismo que vivimos los cubanos en la isla de Fidel Castro.

Al parecer, gracias a las grandes dotes de observador de los seres humanos que posee este maestro del séptimo arte, también podemos comprobar el resultado que se obtiene ante la tesis socialista sobre la igualdad social y la importancia de redistribuir la riqueza. La historia del hombre, a lo largo de tantos siglos de civilización, nos ha demostrado que todos los hombres no son iguales, que todos no se merecen lo mejor, como lo demuestra el final de Viridiana. ¿Será por eso que esta película no ha podido ser vista por la gran mayoría de la población cubana?

Los que recuerdan la película, sobre todo a Viridiana, la monja, protagonizada por la actriz Silvia Pinal que fue a vivir con su primo rico y cuyo proyecto era practicar la filantropía en su bella mansión, acogiendo a los más pobres de la aldea, entre ellos vagabundos, viejas prostitutas y ciegos, sabrán cuál fue el resultado de su empeño. Los pobres se sentaron ante la gran mesa que les había preparado la religiosa con una cena opulenta, pero todo terminó como la fiesta del Guatao, como se dice vulgarmente en Cuba: la traicionaron, se burlaron de la joven, algunos intentaron violarla y después de destrozarlo todo se dieron a la fuga.

El final de Viridiana, repito, me recuerda el final del castrismo: los pobres que utilizó el régimen comunista de la isla para mantenerse en el poder, son precisamente aquellos que, según el periódico Trabajadores de febrero pasado, incumplen las medidas de disciplina laboral puestas en vigor en 2007. Son, precisamente, repito, los que han ocasionado que haya en Cuba cerca de trescientas cárceles, con una población penal compuesta de cien mil personas, porque un puñado actual de opositores y periodistas independientes presos no necesitarían de tantas instalaciones. 

Los que traicionan en realidad son esos que perteneciendo a brigadas de la Batalla de Ideas, están veinte años construyendo un pequeño edificio prefabricado para que al final, según el periódico Granma del 24 de marzo pasado, en el inmueble falten las acometidas de las cisternas y del gas, el bajante eléctrico y se vea que la terminación de todo inspira deseos de llorar: rajaduras de paredes, verdaderas regaderas en entrepisos y un pésimo trabajo.

Los que traicionan son, sin duda, aquellos que ultiman manatíes en las bahías cubanas, un lamentable fenómeno que comenzó en 2001 y, como dice el periódico Juventud Rebelde, cuyas causas hasta ahora no se han esclarecido.

 


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