Crónica          
24 de marzo de 2008

¿Vueltos o revueltos?

 José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Un equipo hispano-cubano de investigadores ha descubierto en nuestra Isla cuarenta especies de moluscos marinos que son nuevas para la ciencia, entre ellas una babosa ciega, y halló además caracoles especialmente extraños, propios de aguas más profundas, refugiados en cuevas submarinas. Esto no será importante para muchos pero indica que aquí, como en cualquier otro sitio, toda existencia es posible, aún la que está por descubrirse.

Por ejemplo, ahora mismo podría estar a punto de ser verificado otro descubrimiento que no sospechan quizás ni los expertos en asuntos cubanos, aunque no porque carezca de interés, por sí mismo y, sobre todo, por lo que puede adelantarnos.  

Justo en momentos en los que ya no resulta normal que una delegación oficial de la Isla regrese desde el exterior sin haber dejado atrás a varios de sus miembros, debido a eso que tan impropiamente llaman “deserción”, parece que a algunos cubanos residentes afuera les ha dado por tomar el camino de vuelta.

No son demasiados, aún no, según lo que se dice, pero tampoco son tan pocos como para que no se note entre los cuatro muros de La Habana, donde no hay noticia que no se convierta en secreto, ni secreto que no sea propagado como noticia.

Así es como ahora disfrutamos mediante Radio Bemba de pintorescos detalles en torno al descubrimiento de estos paisanos que al parecer regresan dispuestos a echar el resto en su tierra. Y conste que no sólo vienen desde Europa. También desde Miami.

En lo que nadie se ha atrevido a extenderse de momento, porque quizás no lo sepa ni Dios, es en el conjunto de sus motivaciones. Hay quienes especulan con la posibilidad de que entre ellos no falte algún que otro potencial inversor que creyó el cuento de la gran apertura para la empresa privada que se proyecta aquí, y entonces decidió madrugar para que Dios le ayude.

Otros dicen que han dicho que se cansaron de poner los huevos como el cuclillo en nido ajeno, así que prefirieron jugársela en la vuelta antes de envejecer cargando el trauma. Están igualmente los convencidos de que la transición ya comenzó para nosotros, aun cuando acá adentro no nos hayamos enterado. Y están aquellos a los cuales les ha ido muy mal allende el océano, sea por falta de oportunidades o de perspectivas o porque se acostumbraron a vivir del aire y de una forma tal que únicamente aquí les da la cuenta.

Es lo que comenta vox populi. Yo no juzgo. Me limito a describir el panorama.

Dicen también que a la mayoría de estos paisanos vueltos o revueltos no le ha resultado un paseo conseguir que los funcionarios migratorios les acuñen permiso para volver a vivir entre los suyos, pero que con perseverancia y un ganchito nada es imposible, ni siquiera en Cuba, ante el régimen. Asimismo dicen que algunos entre ellos no se tomaron la molestia de solicitar permiso, sino que se han quedado a Pepe y ya está. Eso sí es bastante difícil de creer, por muy natural y lógico y civilizado que parezca a simple vista.

De cualquier manera, lo que sí parece posible y hasta probable es que efectivamente se están dando casos cada vez más frecuentes de paisanos a los que les habíamos perdido la pista detrás del horizonte, creyendo que sería tal vez para siempre, y ahora nos los tropezamos de pronto caminando por la calle Obispo o echando un pie en La Tropical, y ocurre que ante la interrogante de: “¿Cómo te va, mi hermano?”, pueden responder: “No me va, vine”. 

Fuera como fuese, y cualesquiera que sean las proporciones de verdad con que se nutre este secreto a voces que ahora escuchamos a través de Radio Bemba, contiene un componente indiscutiblemente alentador, por lo menos uno, y es que la generalidad de los cubanos de adentro demuestra recibir con interés y aprobación y hasta con agrado la arribada de los vueltos o revueltos.

Si es realidad o exageración, eso ya lo veremos con el paso de los días. Por lo pronto, casi no menos importante que la noticia en sí misma viene resultando su acogida. Y no hay por qué pensar que esta actitud nuestra responda únicamente al consuelo de que la miseria repartida entre más toca a menos por cabeza, sino también, y mejor, al dicho guajiro de que cuando los bueyes resuelven halar parejos no hay fuerza que los aguante ni cuero que los frene. 

 

 
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