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13 de marzo de 2008

La Habana facilitó entrevista con prisionero de guerra McCain

MANUEL ROIG-FRANCIA / The Washington Post

LA HABANA

A primera vista los recuerdos que cuelgan en la pared del "paladar'' Cactus parecen ser similares a otros en esta ciudad.

Una foto de un rebelde en actitud heroica.

Un rifle mohoso.

Una postal firmada por Ernesto Che Guevara.

Sin embargo, resalta algo inesperado: una columna publicada en el diario Granma., órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. Junto a la columna hay una foto de Fernando Barral, un sicólogo hispanocubano ahora convertido en dueño del "paladar'', sentado en un café de Hanoi, Vietnam. Barral entrevista a un hombre de pelo rubio y mandíbula cuadrada. Es un prisionero de guerra estadounidense. Se llama John McCain.

Que la foto de un prisionero de guerra estadounidense de hace 40 años se haya convertido en decoración de un "paladar'' habanero es un ejemplo de cómo la ciudad parece vivir en el pasado. La Habana puede percibirse como una ciudad en ruinas por donde circulan carros estadounidenses de hace medio siglo, pero también es un lugar donde la Guerra Fría sigue con vida, donde los espías y las conspiraciones son parte de la vida diaria como el ron y la música.

El recorte del Granma en el restaurante de Barral tiene fecha del 24 de junio de 1970 y recuerda uno de los momentos decisivos en la vida de McCain, sus cinco años y medio como prisionero de guerra cuando su jet fue derribado sobre Vietnam del Norte. La historia de la foto y de como un oscuro sicólogo cubano llegó a entrevistar a McCain --senador de 71 años y virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos-- despierta la curiosidad y las sospechas de otra era.

No hay duda de que el encuentro ocurrió en Hanoi en enero de 1970. Lo que los dos recuerdan de ese día es muy similar.

McCain mencionó brevemente a Barral en su autobiografía de 1999, La fe de mis padres, calificándolo de "un propagandista cubano disfrazado de sicólogo español que se hacía pasar por periodista''. McCain escribió que Barral llegó a la conclusión de que él era un sicópata. Barral dijo en una entrevista que nunca había llegado a esa conclusión. Un portavoz de la campaña de McCain no respondió a varias solicitudes de entrevista sobre el tema.

Barral, que es español de nacimiento y ahora tiene 79 años, mantiene su acento madrileño, aunque vive en Cuba desde hace casi 50 años. Dijo que McCain se mostró "jatancioso'' durante la entrevista y que no parecía tener "remordimientos'' por la muerte de civiles "cuando bombardeó Hanoi''. McCain tiene un recuerdo similar. En su libro, McCain recuerda que cuando Barral le preguntó si tenía remordimientos, le respondió "No, no tengo''.

Barral guardó las notas de la entrevista en una libreta de notas adornada con flores amarillas en la cubierta.

Dijo que había guardado el artículo sobre la entrevista durante décadas, últimamente en el cuarto que tiene en la parte trasera del "paladar', que abrió hace seis meses en una una ruinosa mansión en la zona residencial del municipio Playa, a 15 minutos del centro de La Habana.

Barral dijo que hace unos seis meses, después de enterarse de postulación de McCain, decidió colgar el recorte en el "paladar'', que tiene mesas en la sala, puertas de madera y piso de mosaicos. Nadie se fijaba en el recorte, dijo, hasta hace unos días cuando un reportero lo identificó entre los recuerdos del Che.

Barral, que entretiene a los comensales con un agudo sentido del humor, dijo que su trayectoria hasta el encuentro con McCain había pasado por la Guerra Civil española, Argentina, Hungría y Cuba.

Su abuelo fue un anarquista español y su padre un socialista que murió en la Guerra Civil. Emigró a Argentina con su madre cuando tenía 11 años. Allí, dijo, se hizo amigo del joven Guevara, que tenía su misma edad.

Posteriormente Barral fue expulsado de Argentina debido a su activismo comunista. Huyó a Hungría, donde estudio Medicina. Poco después de la llegada al poder de Fidel Castro en 1959 fue intérprete para una delegación cubana que visitó Hungría.

Barral le envió saludos a Guevara y rápidamente aceptó su propuesta de ir a trabajar Cuba. En el paladar hay una copia de la invitación. Barral --que dice hablar español, francés, húngaro e italiano, además de entender inglés-- dijo que en esos días "Cuba era una visión fresca en que todo era posible''.

En 1967 ganó un concurso de ensayos con uno titulado La actitud revolucionaria. Guarda el telegrama amarillo en que se anunciaba el premio, un viaje de 40 días por Vietnam del Norte para lo que calificó de "investigación científica'' sobre los norvietnamitas y su capacidad de resistir las fuerzas de Estados Unidos.

"En aquella época Vietnam del Norte tenía una gran importancia en Cuba'', dijo Barral. "Era el mejor ejemplo de un país que se enfrentaba al imperialismo''.

El viaje se demoró hasta 1969, dijo. Una vez en Hanoi hizo trabajo de terreno, llegando a la conclusión de que las fuerzas de Estados Unidos subestimaban a los vietnamitas. Fue allí cuando se le ocurrió la idea de entrevistar a un prisionero de guerra estadounidense para "descubrir'', dijo, "cómo piensa el enemigo''.

Los diplomáticos cubanos en Vietnam del Norte le dijeron que dijera que era un sicólogo español, aunque no había vivido en España desde que tenía 11 años. En aquella época todavía no era ciudadano cubano.

La entrevista duró una hora o 45 minutos, recuerda. Dijo que se reunieron en las oficinas del Comité de Relaciones Culturales con el Extranjero, en Hanoi, mientras que, en su libro, McCain dice que fue en un hotel.

Para la entrevista McCain fue trasladado del infame Hanoi Hilton, una prisión donde los militares estadounidenses capturados eran torturados y vivían en condiciones miserables. Barral dice que no sabe por qué los vietnamitas escogieron el centro cultural para la entrevista. No le molestó porque no estaba interesado en las condiciones de la prisión. Lo que le interesaba era cómo pensaba "el enemigo''.

Barral dijo le practicó a McCain un breve examen médico y notó que tenía dificultades para rotar los brazos. McCain le dijo que no lo habían sometido a "violencia física ni moral'', escribió Barral en sus notas.

El sicólogo también anotó que había caramelos, naranjas y cigarrillos en la mesa. McCain, que había sufrido múltiples fracturas al saltar del avión, caminaba apoyándose en un bastón, dijo Barral.

Los hombres hablaron de la familia de McCain, de sus aspiraciones y del derribo de su avión, según las notas de Barral. En su libro, McCain dice que Barral le hizo "preguntas bastante inocuas sobre mi vida, las escuelas a las que había ido y mi familia''.

"Sólo estaba interesado en hablar de sí mismo'', recuerda Barral. "Tenía un gran ego''.

Según las notas de Barral, McCain, hijo y nieto de almirantes, se lamentó diciendo que "si no me hubieran derribado hubiera podido llegar a almirante más temprano que mi padre''. Según Barral, McCain se jactó de ser el mejor piloto de la Marina y que quería ser astronauta.

"Se sentía superior a los vietnamitas en su avión'', dijo Barral.

McCain no preguntó sobre las noticias del exterior, dijo Barral, pero le pidió que le transmitiera un mensaje a su esposa de entonces, Carol McCain, y le dio su dirección en Orange Park, Florida.

"Dígale que estoy bien'', le dijo McCain. "Que le deseo todo lo mejor y que no se preocupe por mí''.

Aunque McCain dice que no habló de temas militares con Barral, posteriormente un comandante estadounidense en la prisión prohibió que los prisioneros de guerra fueran entrevistados por visitantes, escribió McCain en su libro. La decisión "era correcta aunque me privaba de otras oportunidades de demostrarle ‘mi equilibrio síquico' a los camaradas socialistas, para no hablar de los cigarrillos y del café'', escribió McCain.

La entrevista de Barral se consideró un gran golpe y verdadera noticia, según el artículo de Granma de 1970. El periódico también publicó una foto de McCain en primera plana.

"No estoy seguro si fue por razones de propaganda'', dijo Barral. "Pero acepto haber sido un instrumento de propaganda''.

La vida de Barral tras su breve celebridad ya no es la misma, como la de tantos cubanos. Se retiró con una minúscula pensión a mediados de los años 80 y dijo que apenas tenía dinero para sobrevivir hasta que abrió su paladar a mediados de los años 90.

Su familia, como la de casi todos los cubanos, está dividida. Uno de sus hijos, Ernesto Barral, es un médico de éxito fuera de la isla. Le dice que pasa las vacaciones en la Florida.

Barral dijo que sigue la política en Estados Unidos por los recortes que le mandan sus amigos y familiares en el exterior. Simpatiza con el senador Barack Obama porque "representa cambio''.

"No sé si McCain sería un buen presidente'', dijo Barral. "Y no me importa''.

 

 
 
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