Crónica          
4 de marzo de 2008

¡A Varadero me voy!

Rafael Pérez, Cubanacán Press


SANTA CLARA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - En su artículo # 42 la Constitución de la República de Cuba señala: "El estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color u origen nacional, se domicilian en cualquier sector, zona o barrio de las ciudades y se alojan en cualquier hotel, disfrutan de los mismos balnearios, playas parques, círculos sociales y demás centros de cultura, recreación y descanso entre otros".
En 1959, la naciente Revolución abrió las playas para el disfrute del pueblo. En ese año más de 79 playas fueron abiertas al público. El Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), organismo creado por la propia Revolución, estableció planes para el disfrute de todas ellas, como lo puede ver el lector en cualquier anuncio de la revista Bohemia de 1965.


En esa época de efervescencia revolucionaria se hizo intensa campaña para destacar que las playas y hoteles del país eran para el disfrute del pueblo. En los primeros años de la Revolución la consigna de "todos somos iguales y no hay privilegios", era la frase de moda, pero desde aquel entonces alguien dijo: "No olvides hay algunos más iguales que los otros”.


Pasando el tiempo esa premonición de mi amigo se convirtió en realidad, y si hay dudas, trate de hospedarse  en un hotel; prácticamente todos están destinados a los extranjeros, y los cubanos se preguntan: ¿Qué pensará un militante del Partido Comunista de Cuba, que en 1980, cuando se fue “la escoria”,  él se quedó aquí al lado de su revolución?


Ahora, cuando una de aquellas "escorias" viene con un pasaporte yanqui, puede hospedarse en los hoteles, entrar donde un hombre común, con el carné de identidad diseñado por la Revolución, no puede hacerlo. Pero no vamos a pedir hospedarnos en un hotel destinado al turismo, digamos que un trabajador cubano quiere ir solamente a los cayos del norte de Villa Clara, entrar por el pedraplén que  fue construido y diseñado por obreros cubanos, que no es de ninguna compañía extranjera, y desee bañarse en esas playas (según la Constitución sus playas). ¿Existe algún argumento que justifique esta prohibición a la luz de la consigna antes mencionada y de la filosofía revolucionaria enarbolada en enero de 1959?


Me viene a la memoria aquel cuento de Polonia socialista de los años 50, que en cierta ocasión fue visitada por un alto funcionario capitalista. Este fue recibido por un ministro polaco y ambos asistieron a una misa. El funcionario extranjero le pregunto al polaco:


-¿Es usted católico?
Y el jefe socialista le respondió:
-Creyente, pero no practicante. 
-Claro, usted es comunista
-Practicante –dijo el polaco-, pero no creyente.


Después que conocí este cuento entiendo por qué los funcionarios del gobierno defienden a ultranza este estado de cosas. Pues ellos si pueden ir a los hoteles, pero los ciudadanos no.

 

 
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