24 de julio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Atrapado  en el aeropuerto

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Los mejores aeropuertos del mundo cuentan con un servicio de transporte adecuado para trasladar a los viajeros a su destino final. Taxis, trenes suburbanos, metro, ómnibus forman una red que transporta a los viajeros y a quienes desean despedirlos desde uno o varios sitios de la ciudad a la terminal aérea, y viceversa. La terminal  3 del Aeropuerto Internacional de La Habana no fue concebida para  cubanos de a pie. 

Sin embargo, tuve la osadía de acompañar a un familiar que regresaba al país donde reside, a la terminal 3 del aeropuerto capitalino. La aventura comenzó bien. El taxi que solicitó por teléfono apareció a los pocos minutos. El conductor del vehículo preguntó antes de arrancar cuánto  habíamos pagado en otras ocasiones por el mismo trayecto.
-Diez chavitos -respondió mi prima.

Me percaté entonces que no encendió el taxímetro. ¿Cuál sería el destino final del dinero? Rápidamente llegamos a nuestro destino, y como era la hora de almuerzo y faltaba más de una para que saliera el vuelo, decidimos sentarnos en una cafetería cerca de los mostradores de chequeo de pasajeros. Comimos algo ligero y tomamos refrescos. ¡La cuenta sobrepasó los 10 pesos convertibles! 

Después de los abrazos y recomendaciones usuales, mi familiar pasó la aduana y ya no había por qué seguir allí. Salimos. Indagamos si había una conexión de regreso a La Habana y un maletero nos dijo que sí, que pasaba un ómnibus cada 40 minutos.
Sentado en un banco, junto a otros desafortunados, recordé los momentos que vivimos juntos mi prima y yo durante varios días. Fue la mejor distracción para matar el tiempo. Pero se agotaron los recuerdos  y no apareció el vehículo. Comentamos entonces los allí congregados las telenovelas de moda y en eso se fue otra hora. Y del ómnibus, nada. De pronto, un ajetreo de patrullas de la policía que detenía y multaba a los que llevaban y traían a los viajeros.

Parecerá absurdo, pero en La Habana está prohibido trasladar viajeros a la terminal aérea en autos particulares, aunque se trate de familiares. El viajero tiene que llegar en taxi al aeropuerto. La prohibición se extiende, incluso, a los taxis con tarifa económica. Para abandonar el sitio hay que tomar obligatoriamente un taxi de los que hacen la fila a la puerta del edificio, y la tarifa de éstos es muy alta.

Después de esperar tres horas decidí acercarme a un taxista y preguntar cuánto costaría la carrera hasta el Vedado.

-Veinticinco chavos –me dijo. Equivalentes a 600 pesos. Casi mi sueldo de un mes. Regresé al banco resignado a esperar.

Después de un rato, alguien gritó que a dos cuadras había una guagua que iba para La Habana, y sin el orden de las carreras olímpicas, pero como si hubiera sonado un disparo, nos lanzamos a correr hacia el vehículo. Subimos y nos dejó en la carretera que une la zona del aeropuerto con la ciudad. Minutos después un auto se detuvo y nos cobró veinte pesos a cada uno por dejarnos cerca de la casa.

Sentimos que habíamos escapado de una trampa. Eran  las seis. Estuvimos atrapados en la terminal 3 del aeropuerto toda la tarde de aquel día.

 

 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.