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27 de febrero de 2008

Cuba necesita un tránsito hacia la democracia

losAndes.com.ar

Con el alejamiento de Fidel Castro de la conducción del Estado y la asunción de su hermano Raúl en la presidencia, se produce en Cuba el primer relevo de poder desde 1959, cuando fue derrocado el dictador Fulgencio Batista. Las expectativas sobre lo que pueda suceder políticamente en la isla se abrieron de inmediato en el espectro internacional, pero el primer mensaje de Raúl Castro les puso un sorpresivo freno al anunciar que consultará con su hermano todas aquellas decisiones de “especial trascendencia para el futuro”. Paralelamente, como número dos del gobierno se impuso a un dirigente de la “vieja guardia” revolucionaria.

De todos modos, las alianzas estratégicas del nuevo gobierno se han acotado sustancialmente y sólo puede contar con el apoyo -ya anticipado- del presidente venezolano Hugo Chávez. El resto del mundo mantiene la esperanza de que poco a poco se irán produciendo los cambios y quizás con una política inteligente se logre que Cuba se abra definitivamente a la democracia, aunque esa decisión llegue a mediano o largo plazos.

La renuncia deFidel marcó el final de una era, dominada por la hegemonía que implantó desde que asumió el poder. Por decisión propia y por errores ajenos, fue aislando a su país del resto de Occidente. Se restringieron las libertades individuales e instaló un partido único, el PCC, bajo su propia conducción.

 Sin embargo, al dar un paso al costado -motivado por cuestiones de salud- Fidel dejó la conducción en manos de su hermano. Y en su primer discurso Raúl solicitó permiso a la asamblea nacional para consultar con su hermano las decisiones de trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo “las vinculadas a la defensa, la política exterior y el desarrollo económico del país”.

Ratificó que el comandante en jefe de la revolución es “uno solo” -su hermano Fidel- al que calificó de “insustituible”, aclarando entonces que “el pueblo continuará su obra aunque no esté físicamente, porque continuará con sus ideas”, lo que fue interpretado como una frase que habla de la gravedad de la enfermedad que afecta a Fidel.

Esas declaraciones y las decisiones de designar en cargos importantes a integrantes de la “vieja guardia”, debilitaron las expectativas internacionales que pensaban en un cambio en la isla. Pero está claro también que Raúl no es Fidel. Que no cuenta con su carisma y que prefiere mantener un perfil mucho más bajo. De todos modos, el nuevo jefe de Estado ya anticipó que comenzará a eliminar “sin apresuramientos” algunas prohibiciones y regulaciones del pasado, aunque evitó entrar en detalles sobre cuáles serán.

El panorama entonces puede abrir el camino para que desde el orden internacional se impulse la apertura democrática. La primera presión surgió desde Estados Unidos, que instó a que el gobierno cubano inicie de inmediato el cambio. Difícilmente durante la administración Bush se logre el objetivo, pero dos de los principales candidatos a la futura presidencia: Barack Obama y Hillary Clinton centraron sus discursos en la situación cubana. Más aún, Obama consideró que su país cometió errores y anticipó que era necesario dialogar en el futuro. Hillary, por su parte, no descartó el diálogo.

Para los analistas internacionales, errores como la invasión a Bahía de Cochinos y el embargo económico le dieron a Fidel Castro la excusa ideal para fortalecer su régimen. Consideran que los estadounidenses deberían aplicar en Cuba una política basada en las lecciones aprendidas de las transiciones de otros países ex comunistas. Y en ese impulso de la transición de Cuba hacia la democracia deberían intervenir también otros países. Las voces en ese sentido han surgido desde Europa y resultan importantes. No se logrará a corto plazo, pero esa insistencia internacional puede lograr que los cubanos puedan en el futuro elegir libremente a quienes los gobernarán.

 

 
 
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