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26 de febrero de 2008

Raúl Castro, preocupado

EDUARDO ULIBARRI

Raúl Castro está muy preocupado. Razones le sobran.

Reconoce que mejorar el desempeño de la economía es una ''premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la sociedad''; que es impostergable que ''el salario recupere su papel'', y que se debe ''hacer más eficiente'' la gestión gubernamental.

Admite ''las dificultades que el país enfrenta en el plano interno''. Y califica de ''irracionales e insostenibles'' los precios, subsidios y racionamientos imperantes.

Todo esto lo dijo el pasado domingo, tras ser ungido como sucesor oficial de su hermano. Entonces no reconoció, pero sabe, que el descontento crece, la paciencia de la población disminuye y los controles represivos primarios, elemento central para mantener la disciplina, dan señales de fatiga.

Frente a tales realidades, mantener el sistema se convierte en una tarea casi épica, por lo difícil. Y debe desarrollarla sin la participación activa, sin la pátina de legitimidad personal, y sin la voz, la figura y el mito de ese Júpiter despiadado y todopoderoso que ha sido Fidel.

Raúl está solo con el andamiaje formal de un poder que, tras 49 años de régimen personalista, poco legitima, poco justifica, poco mueve y nada inspira. Peor, es totalmente ineficiente.

Sin los disfraces heroicos de su hermano y sin su condición de ''supremo'' asentada en manipulaciones históricas, a Raúl y su gente no les queda más que producir resultados para mantenerse en el poder; por lo menos, según sus palabras, ``satisfacer las necesidades básicas de la población, tanto materiales como espirituales''.

Su gran problema, que conduce a su máxima preocupación, es que la satisfacción material, aunque resulte mínima, sólo se logrará mediante cambios en la economía; es decir, con más mercado, menores controles y mayor participación de la iniciativa privada. Pero tales reformas, por muy limitadas que sean, probablemente adquirirán una dinámica propia, erosionarán aún más los controles políticos y sociales, y exacerbarán los clamores ''espirituales'' (léase de libertad y autonomía) de la población.

Raúl ha chocado oficialmente con la paradoja terminal del totalitarismo: el sistema se hace inviable sin reformas, pero las reformas hacen inviable al sistema.

¿Cómo salir del embrollo? Su mensaje y las decisiones oficializadas en la Asamblea Nacional del domingo 24 revelan la estrategia: un cambio estrictamente controlado, mediante ''un debate crítico dentro del socialismo'', encerrado en el ''marco de la ley'' y en una institucionalidad que es ''uno de los pilares de la invulnerabilidad'' del régimen.

No en balde Raúl insistió en la paciencia del pueblo y en ''la importancia de la disciplina''. En su discurso, además, fueron constantes las citas de Fidel, como oráculo que guía y bendice, y como nexo con una ortodoxia ya sin tribuna propia.

Por esto, también, al anunciar el elenco de la cúpula máxima, no hubo apertura alguna a los presuntos ''renovadores'' del régimen, y quedó por los suelos el llamado a ''no obstruir el paso a personas más jóvenes'', formulado por su hermano en diciembre.

El nombramiento, como sucesor inmediato de Raúl, del septuagenario José Ramón Machado Ventura, miembro del Politburó y secretario de organización del Partido Comunista, fue un claro mensaje de inmovilismo y dureza, y un premio a la lealtad absoluta.

Lo mismo ocurrió con el resto de los cargos, en los que solo se movió lo mínimamente necesario, y con estricto apego al fundamentalismo y a estrictas líneas de sucesión.

En las fantasías de Raúl y su grupo, el ideal, sin duda, es mejorar los resultados sin reducir el control ni afectar al sistema; es decir, ser una dictadora inconmovible, pero eficaz, con un pueblo obediente, callado y sin hambre. Sin embargo, saben que esto es imposible. No ha funcionado en ningún régimen totalitario de la historia, salvo, parcialmente, en China.

Roto el dique simbólico de Fidel, será muy difícil detener la marejada de cambio. De aquí la gran preocupación del hermano. Justificada está. Para bien de los cubanos.

 

 

 
 
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