19 de febrero de 2008
TINTA RAPIDA
Hombres peligrosos

RAUL RIVERO

La columna de hoy tiene, en algún sitio de su recorrido, unos destellos de alegría. Son unas ráfagas que no puedo dejar de compartir con cuatro hombres que vienen de los calabozos de Cuba a ser libres en España, el país donde Don Miguel de Cervantes y Saavedra dejó dicho hace mucho tiempo que no hay en la tierra contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida.

He escrito ráfagas y destellos porque ya se sabe que la felicidad no suele presentarse como una corriente duradera. Sucede que la vida, los trabajos, las horas y muchas fuerzas (sobrenaturales o telúricas) y episodios de diversos orígenes coinciden, a veces, en un camino real donde uno puede encontrar esos momentos aislados.

Son milagros asistidos que van desde sucesos políticos complejos hasta satisfacciones del ámbito de la vida privada.

Pues bien, esos viajeros que fueron a prisión con condenas de entre 14 y 26 años por luchar a favor de cambios pacíficos en el lugar donde nacieron, han recibido (y reciben) por parte de sus verdugos (y sus cómplices) los insultos más bárbaros, y han vivido un lustro de tormentos en celdas de castigo y cárceles de alta seguridad.

Las peores armas halladas en los registros de sus viviendas, en la primavera del 2003, fueron los romos cuchillos de mesa, desterrados de la cubertería criolla por la libreta de racionamiento y la ineficacia del socialismo.

Los sombríos agentes enemigos que llegan, enfermos y azorados, a Madrid son: Pedro Pablo Alvarez, tornero y ex estrella del béisbol cubano; Alejandro González Raga, periodista y activista del Movimiento Cristiano Liberación; Omar Pernet, bibliotecario independiente y defensor de los presos; y José Gabriel Ramón Castillo, periodista y promotor cultural.

Sí, tenemos derecho a celebrar la libertad de estas personas y a compartir esos minutos con su familia y sus amigos. Respirarán estos aires y recibirán remedios para sus enfermedades, algunas gravísimas. En ello se reconoce el afán del Gobierno español, aunque la dictadura haya tomado la decisión de manera unilateral y se apresurara a entregar a los rehenes, con una trastienda que examinarán los eruditos.

Ya los cuatro estarán libres y más lejos de la muerte.

Aquí se pierden los destellos. El régimen cubano ha hecho lo mismo de siempre. O mucho peor, porque esta vez ha organizado una deportación sin anestesia, del calabozo al avión. La vieja y repugnante maniobra de entregar algunos presos políticos para recibir beneficios y bendiciones de gobiernos, organismos internacionales y, ahora, también del Vaticano.

Nada nuevo. Quedan en las cárceles cubanas 227 presos políticos, de ellos 22 periodistas. La bestia al paso con su aparejo: el casco (de guerra) y la mala idea.

 

 
 
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