Crónica           IMPRIMIR
25 de enero de 2008

El paraíso perdido


Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Las elecciones que se realizaron en Cuba el domingo 20 de enero sólo sirvieron para continuar la búsqueda de un paraíso perdido. En los inicios del  año 50  ¿de revolución?,   la idea de la devaluación de los resultados alcanzados hasta el momento, por un proceso que consumió más de una generación, se extiende como una mancha de aceite.


Hoy, las interrogaciones acerca de lo que sucederá en los meses venideros y cómo sucederá no dejan de formularse en la mente de todos. En tanto, el significado de la palabra cambio constituye una certidumbre en la mente de la mayoría de los cubanos. No obstante,  no visualizarlo todos de la misma forma.


Justamente ayer,  la conversación con un conocido opositor  sirvió para transmitirme su criterio de los cambios equivalente a otra revolución. No creo que coincida su criterio con el de una colega que expresó temor al cambio, aunque no soporta ya más la desvalorización económica y social en que vive, a pesar de las reflexiones y discusiones sobre las necesidades de cambio que han conmovido el país en las postrimerías de 2007.


En mi barrio, la añoranza por una época de productividad laboral de otros tiempos, un vecino la hizo patente cuando recordó las fábricas que existían allá por Puentes Grandes: cervecerías, papelera, fábrica de gomas, de gas, etc. que daban trabajo a miles de obreros, y que en la actualidad no existen.


Y lo que fue un barrio con cierta prosperidad,  decayó hasta llegar a la marginalidad de la emergencia para sobrevivir.


A contrapelo de los llamados de la alta jerarquía gobernante a transformar en algo productivo lo irreparable, la propaganda oficial del régimen se obstina en transmitir un mensaje de resistencia al cambio que resulta contraproducente. Mensaje dirigido sobre todo a una masa de jóvenes a las puertas de la adultez y necesaria para garantizar la continuidad, sin percatarse que esta generación planteará nuevas insatisfacciones a la hora de lidiar con la falta de un futuro laboral y económico.


Sin embargo, existen índices como el de las salidas ilegales del país que no disminuyen y constatan la falta de fe de la población en un mejoramiento inmediato o a largo plazo de la situación del país.


Por otra parte, un notorio desabastecimiento de mercaderías y de artículos de primera necesidad, subida de precios,  agotan con las escasas posibilidades económicas de una población que aún no se recupera del duro trance de los años noventa.


No obstante, el empleo por el régimen de un abanico de medios a su alcance – desde aprovechar el humor para descargar las insatisfacciones acumuladas por años hasta formas de represión diferenciadas- contribuye por su parte a la disuasión, la inmovilidad y el sostenimiento de fuerzas que actúan como sus agentes en la obstaculización de cualquier empeño de cambio fuera de su control.


Al mismo tiempo que esto resulta una garantía para su supervivencia, no deja de actuar en su contra al impedirle salir del marasmo socio económico en que ha caído. Una prueba de ello es el retraso de la puesta en marcha de soluciones a problemas urgentes como el transporte, la productividad agrícola y la posesión de la tierra, la vivienda,  la revalorización de los salarios y otros más que, incluso, han sido identificados y admitidos por la más alta jerarquía gobernante.


El paraíso de los trabajadores prometido con la colaboración de todos se revela como una trampa, un mito para atrapar a incautos.  

 

 
 
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