Elecciones
en Cuba: ¿Por qué son un combate?
Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - El 20
de enero se realizarán las elecciones para diputados a la
Asamblea Nacional y los delegados a las Asambleas Provinciales del
Poder Popular. Para la propaganda oficial “estamos llamados
a un combate”, y la estrategia es el “voto unido”
de los revolucionarios y los patriotas. Se dice que los enemigos
apuestan por la división, la confusión, porque “quieren
mostrarnos débiles para atacar”.
Según el semanario Tribuna de La Habana, hay
que persuadir a los ciudadanos de que el voto disperso perjudica
el proceso y no conviene a la patria ni a la revolución;
se ha trabajado intensamente para esclarecer a quien pueda estar
equivocado o confundido, persuadiendo a participar en las elecciones;
y está en juego la existencia de la nación. Asimismo,
se dan amplias explicaciones de la organización de los colegios
electorales e incluso quienes arriben a los 16 años ese día
pueden votar previa presentación de la tarjeta del menor,
pues aún no contarán con el carné de identidad
como mayor de edad.
El voto unido significa que se tendría tanta
confianza en los delegados que aparecen en la boleta electoral,
que se votaría automáticamente por todos haciendo
una cruz en el círculo que aparece al centro. En definitiva,
los ciudadanos han recibido candidaturas cerradas, llegadas de las
instancias superiores del Partido Comunista. No cabría exclusión,
pues los escaños que cubrir son tantos como las personas
propuestas. Así, de 614 diputados a la Asamblea Nacional
del Poder Popular hay 614 propuestos, casi la totalidad miembros
del partido único. Se aprecian nombres nuevos, sobre todo
de jóvenes, mujeres, negros y mulatos. Indudablemente, eso
podría ser una señal positiva por dar posibilidad
de nuevas frescas u oportunidades de género y raza. Sin embargo,
el método de designación responde como es usual a
la valía por incondicionalidad, y excluye a infinidad de
personas de esos grupos poblacionales con magníficas condiciones
y que podrían traer verdadera renovación y creatividad.
La campaña propagandística denota preocupación
porque los resultados que anunciarán sobre la participación
ciudadana sean demasiado distantes de la realidad. Al parecer no
les resulta ya suficiente la compulsión mediante las reuniones
en las cuadras y la existencia de centros de votación a pocos
pasos del hogar del votante so pena de tener consecuencias en todos
los aspectos de su vida si faltaran.
¿Y qué dice el pueblo en la calle sobre
las elecciones? Nada o que son lo mismo de siempre. Indiferencia
ante un ejercicio tan importante como elegir a quienes deberán
legislar durante los próximos años, en momentos en
que el país lleva año y medio con una dirección
provisional y se supone que ahora estos diputados designen el Consejo
de Estado que ejecutará los cambios que ha anunciado el General
Raúl Castro. Este pueblo, supuestamente tan politizado y
con alto apoyo a quienes gobiernan, vive su agonía cada día
con menos resignación, ya se queja más abiertamente,
pues las expectativas nuevamente insufladas se están convirtiendo
en otra decepción.
Andar La Habana a comienzos de 2008 no se diferencia
mucho de épocas anteriores. Las paradas de los ómnibus
están llenas de personas con semblante abúlico y resignado
para soportar la larga espera. En Cuba, el tiempo ha sido detenido
o involucionado y las mentes han sido adormecidas. Posiblemente
ese es uno de los mayores logros de estos 49 años de único
poder y represión.
Mientras, las personas se hacen más creativas,
laboriosas y productivas en todo el mundo, incluidos los cubanos
que emigran, y se esfuerzan por aplicar con celeridad los descubrimientos
en todas las ramas logrados en el siglo XX.
Estos isleños siempre se destacaron por el
temperamento dinámico, la chispa hilarante y el optimismo
creativo. Han sucumbido esas características en el curso
de los años de decepciones y agotamiento por las carencias
cotidianas. La mayor parte de la población nació después
de 1959. Sus padres apoyaron entusiastamente un proceso de cambios
llamado Revolución que prometía igualar oportunidades,
resolver las necesidades y propiciar los bienes materiales fundamentales
de todos los ciudadanos.
En cambio la vida es una “lucha permanente para sobrevivir”.
Ese es el verdadero combate en Cuba. Los salarios y las pensiones
no llegan al mínimo vital; la vivienda no alcanza para cobijar
a la familia crecida y los jóvenes no pueden aspirar a una
propia; la comida no llena el estómago; el transporte supuestamente
mejorado sigue demorando indefinidamente; el puesto de trabajo y
los estudios dependen de las recomendaciones políticas, y
si no te gusta te vas. ¿Pero a dónde y cómo?
Si logras quién te reclame y una visa de cualquier país,
quizás el gobierno no te dé permiso de salida, y si
cometes la locura de echarte al mar, puedes morir.
¿De cómo resolver todo eso se habló
en el reciente período de la Asamblea Nacional del Poder
Popular? No. Se continuaron las alabanzas a los éxitos. Que
si el Producto Interno Bruto es de gigantes, y que si continuarán
las proezas. En fin, que lo vital para el pueblo volvió a
quedar en las promesas.
Se insiste en acusar de enemigos a quienes expresen
sus ideas y aspiren a ocupar su lugar en el quehacer político,
económico y social de Cuba, como si la patria fuera patrimonio
de quienes mandan y determinan cómo se debe pensar y actuar.
Las causas de la carencia de entusiasmo por
las elecciones, la apatía para ir a votar y las boletas echadas
a perder no hay que buscarlas en ningún enemigo. El enemigo
del sistema es el sistema mismo.
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