Crónica           IMPRIMIR
18 de enero de 2008

Cohechos con charretera

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Puede catalogarse el soborno en Cuba como un hábito ocasional y en determinado momento necesario para el individuo. La manía abunda en los servicios sociales, administrativos o de orden público.

El sobornador es el común denominador. En plena faena, adquiere ciertas dotes de influencias sobre el sobornado. A su vez, el sobornado asume el rol de benévolo y efímero servidor. Ilegaliza su sonrisa con las viejas facetas del pretencioso “hombre nuevo” y se lleva al bolsillo la mascada con la que realmente sobrevive.

Los papeles pueden invertirse. Pasar de ofrecedor a ofrecido, o viceversa. La ocasión, el escenario y algún que otro gesto especulativo, tienden a impeler, justificar y concretar la acción de soborno.

Quizás la tele audiencia recuerde el espacio televisivo “Tras la huella”, del domingo 22 de julio de 2007. El dramatizado policiaco exhibió, cómo “la eficaz Policía Nacional Revolucionaria” resolvió en tiempo record un robo a mano armada. El incidente tuvo lugar en una dependencia estatal donde se recaudaba el dinero proveniente de las ventas de comercio interno.

La trama televisiva estaba basada en hechos reales. Una de sus protagonistas encaraba el papel de empleada en la citada dependencia. La joven fue víctima de una tentativa de soborno. Fue manipulada por su novio, quien obtuvo la información necesaria para ejecutar la fechoría.

Se sustrajeron del centro recaudador 61 000 pesos. El eficiente equipo de investigadores, a tiempo completo para solucionar la pérdida de los activos del estado, empleó recursos y movilizó a sus agentes (chivatos de la calle).

Felizmente, el caso se solucionó. No faltaba más. Así nos tiene acostumbrado “Tras la huella”. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR) es más certera en los seriales dramatizados de la Televisión Cubana. Es preferible atrapar al televidente que a los vándalos de la calle.

Existen actores reales, talentos ocultos dentro de las “gloriosas filas del Ministerio del Interior”. Sobornados y sobornadores que practican el cohecho con la charretera puesta. Estafadores uniformados con placa y pistola automática. Nada que ver con los inmaculados personajes de “Tras la huella”, enrolados en pasajes verídicos o ficciones.

Es realmente degradante escuchar a diario lo que sucede en los camerinos del orden, o desorden público. Agentes con fachada de impenetrables. Esclavos de la necesidad que se corrompen tras el telón de la “tranquilidad ciudadana”.

Si de limpiar un expediente delictivo se trata, queda resuelto con 20 pesos convertibles (cuc), o lo que es igual, 500 pesos.

El soborno con charretera en Cuba es tan real como la presencia en el país de dos millones de turistas cada año. Decir, por ejemplo, que la curva denigrante de un policía de transito es aceptar, con la magia de la gestualidad, el soborno de un infractor.

Y qué decir de la población penal que día y noche y sin aspiraciones a una puesta en escena, acude necesaria e indirectamente al soborno.

¿Por qué no se estudia la posibilidad de enfocar las cámaras y micrófonos al oeste? No al oeste del Billy el Niño, donde el plomo y la pólvora se consiguen de una patada. Digo al oeste de la capital, en el reclusorio de Valle Grande. Es un set de represores y alguaciles que cobran 5 pesos convertibles por una visita extra no planificada a familiares de reclusos.

¿Por que temen los directivos y su equipo de filmación adentrarse en las sombrías y húmedas galeras? ¿Acaso no es digno para un dramatizado el guión oculto de los carceleros que venden colchones, tabletas de barbitúricos o una ración repetida de sancocho por unos cuantos pesos?

Que no digan que es la bolsa negra y la torcida retórica de “individuos inescrupulosos”. ¿Quién se atreve a extender sus tentáculos y explora un nuevo mercado en las sobre pobladas cárceles cubanas?

No es nada complicado, mientras existan policías y bandidos o policías bandidos, lograr la empatía entre los que aplican la multa y el multado. El cohecho con charretera pica y se extiende, es directamente proporcional al control policial. No hay objetivo de la “salvaguarda revolucionaria” exento de este flagelo. Por ejemplo: puntos de control en las cabeceras de provincias, terminales de trenes y ómnibus, estaciones policiales, aduanas etc.

“Tras la huella” retomó su espacio en la noche del domingo 6 de enero. El equipo de realización está listo para resolver cada caso en la pantalla chica.

Vamos a creer que se impone la tranquilidad ciudadana, gracias a unos minutos de espacio televisivo y al desvelo de su elenco de actores.

En una escenografía real como la nuestra, no existen marcadas diferencias entre un oficial de tránsito, un policía de infantería o un alguacil de prisión. Aunque se ajusten el honor al cuello, la tonfa en la cintura y pongan almidón en su uniforme, no están exentos de cometer cohecho con la charretera puesta.

 

 
 
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