Cohechos
con charretera
Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org)
- Puede catalogarse el soborno en Cuba como un hábito ocasional
y en determinado momento necesario para el individuo. La manía
abunda en los servicios sociales, administrativos o de orden público.
El sobornador es el común denominador.
En plena faena, adquiere ciertas dotes de influencias sobre el sobornado.
A su vez, el sobornado asume el rol de benévolo y efímero
servidor. Ilegaliza su sonrisa con las viejas facetas del pretencioso
“hombre nuevo” y se lleva al bolsillo la mascada con
la que realmente sobrevive.
Los papeles pueden invertirse. Pasar
de ofrecedor a ofrecido, o viceversa. La ocasión, el escenario
y algún que otro gesto especulativo, tienden a impeler, justificar
y concretar la acción de soborno.
Quizás la tele audiencia recuerde
el espacio televisivo “Tras la huella”, del domingo
22 de julio de 2007. El dramatizado policiaco exhibió, cómo
“la eficaz Policía Nacional Revolucionaria” resolvió
en tiempo record un robo a mano armada. El incidente tuvo lugar
en una dependencia estatal donde se recaudaba el dinero proveniente
de las ventas de comercio interno.
La trama televisiva estaba basada en
hechos reales. Una de sus protagonistas encaraba el papel de empleada
en la citada dependencia. La joven fue víctima de una tentativa
de soborno. Fue manipulada por su novio, quien obtuvo la información
necesaria para ejecutar la fechoría.
Se sustrajeron del centro recaudador
61 000 pesos. El eficiente equipo de investigadores, a tiempo completo
para solucionar la pérdida de los activos del estado, empleó
recursos y movilizó a sus agentes (chivatos de la calle).
Felizmente, el caso se solucionó.
No faltaba más. Así nos tiene acostumbrado “Tras
la huella”. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR)
es más certera en los seriales dramatizados de la Televisión
Cubana. Es preferible atrapar al televidente que a los vándalos
de la calle.
Existen actores reales, talentos ocultos
dentro de las “gloriosas filas del Ministerio del Interior”.
Sobornados y sobornadores que practican el cohecho con la charretera
puesta. Estafadores uniformados con placa y pistola automática.
Nada que ver con los inmaculados personajes de “Tras la huella”,
enrolados en pasajes verídicos o ficciones.
Es realmente degradante escuchar a diario
lo que sucede en los camerinos del orden, o desorden público.
Agentes con fachada de impenetrables. Esclavos de la necesidad que
se corrompen tras el telón de la “tranquilidad ciudadana”.
Si de limpiar un expediente delictivo
se trata, queda resuelto con 20 pesos convertibles (cuc), o lo que
es igual, 500 pesos.
El soborno con charretera en Cuba es
tan real como la presencia en el país de dos millones de
turistas cada año. Decir, por ejemplo, que la curva denigrante
de un policía de transito es aceptar, con la magia de la
gestualidad, el soborno de un infractor.
Y qué decir de la población
penal que día y noche y sin aspiraciones a una puesta en
escena, acude necesaria e indirectamente al soborno.
¿Por qué no se estudia
la posibilidad de enfocar las cámaras y micrófonos
al oeste? No al oeste del Billy el Niño, donde el plomo y
la pólvora se consiguen de una patada. Digo al oeste de la
capital, en el reclusorio de Valle Grande. Es un set de represores
y alguaciles que cobran 5 pesos convertibles por una visita extra
no planificada a familiares de reclusos.
¿Por que temen los directivos
y su equipo de filmación adentrarse en las sombrías
y húmedas galeras? ¿Acaso no es digno para un dramatizado
el guión oculto de los carceleros que venden colchones, tabletas
de barbitúricos o una ración repetida de sancocho
por unos cuantos pesos?
Que no digan que es la bolsa negra y
la torcida retórica de “individuos inescrupulosos”.
¿Quién se atreve a extender sus tentáculos
y explora un nuevo mercado en las sobre pobladas cárceles
cubanas?
No es nada complicado, mientras existan
policías y bandidos o policías bandidos, lograr la
empatía entre los que aplican la multa y el multado. El cohecho
con charretera pica y se extiende, es directamente proporcional
al control policial. No hay objetivo de la “salvaguarda revolucionaria”
exento de este flagelo. Por ejemplo: puntos de control en las cabeceras
de provincias, terminales de trenes y ómnibus, estaciones
policiales, aduanas etc.
“Tras la huella” retomó
su espacio en la noche del domingo 6 de enero. El equipo de realización
está listo para resolver cada caso en la pantalla chica.
Vamos a creer que se impone la tranquilidad
ciudadana, gracias a unos minutos de espacio televisivo y al desvelo
de su elenco de actores.
En una escenografía real
como la nuestra, no existen marcadas diferencias entre un oficial
de tránsito, un policía de infantería o un
alguacil de prisión. Aunque se ajusten el honor al cuello,
la tonfa en la cintura y pongan almidón en su uniforme, no
están exentos de cometer cohecho con la charretera puesta.
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