Creerse las cosas
Luis Cino
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) – Alguna vez, en los descocados
y libertarios años 60, el compositor y cantante Armando Manzanero
aprendió además de a ver la luz del otro lado de la
luna, que la semana tiene más de siete días. Ah, Manzanero;
los cubanos estamos en un año que tiene más de doce
meses. Ya dura 17, justo el tiempo que lleva Fidel Castro alejado
del poder.
Entre expectativas, promesas y reflexiones del Comandante
en Jefe, han pasado dos primeros de enero, pero seguimos detenidos
en el verano de del año 2006 esperando a que pase algo.
En esa larga espera por si el Comandante vuelve o
no, nos prometieron leche, agua y un montón de estrellas.
Nos hablaron de cambiar todo lo que fuera necesario cambiar. Librarnos
de trabas y prohibiciones absurdas. Reinventar el socialismo y la
democracia.
Nos invitaron a hablar sin temor. A acudir en masa
a las asambleas de lamentaciones. Se encendieron millones de bombillos
rojos que indican la necesidad de cambios.
Lo creímos todo. Que íbamos a ver la
leche correr y el agua también. Que se abrían espacios
para el debate. Los medios oficiales se alejarían del triunfalismo.
Anunciaron el advenimiento de la democracia socialista. Por tanto,
era posible, luego de diez años, el VI Congreso del Partido
Comunista.
Pareció que los jefes comunistas eran capaces
de evolucionar. Entonces se abrirían las cárceles
y se respetarían, ahora sí, los derechos humanos.
Los intelectuales y artistas se creyeron (¡vanos
que son!) que eran ellos, con sus ciber tormentas, los que levantaban
el techo de las prohibiciones.
Los agricultores, enterados de que la propiedad en
el socialismo no tenía necesariamente que ser estática,
se creyeron que la tierra sería para los que la viven y la
trabajan.
A todos se nos hizo la boca agua con la idea de vivir
una sociedad donde funcionen la economía y los servicios,
y donde los trabajadores puedan vivir de sus salarios.
Lo creímos todo o nos hicimos los que lo creíamos.
Nos cuesta demasiado crear. Los seres humanos necesitamos creer
en algo. En cualquier cosa. ¡Es tanta la desesperanza!
No es difícil, luego de tantas décadas
de simulación y doble moral, fingir que creemos.
Hay que admitirlo. Ellos nos advirtieron que no eran
magos, que no esperáramos soluciones espectaculares.
Los problemas, que son muchos y de todo tipo, se
van a resolver, dicen, con lo que tenemos: con casi nada. Hay que
tener mucha paciencia.
Seguimos detenidos en una foto amarillenta, empolvada
y con telarañas. La tomaron dos veranos atrás. 2007
se acabó y apenas nos enteramos. No hubo que celebrar. Tampoco
hubo con qué. Sólo bombillos rojos, más desaparecidos
en el mar y artistas que escaparon.
No hay vida nueva, porque el año no
trajo nada nuevo. Ni bueno. Seguimos en el mismo año. Un
año con más de doce meses. Creyendo cosas. O lo que
es peor, fingiendo que las creemos. A ver qué pasa.
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