Santa Claus también está en Miami
Tania Díaz Castro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - A los niños cubanos
les gustaba mucho Santa Claus, aquella figura de viejito regordete,
de rizada barba blanca, vestido de rojo y adornado con plumas de
marabú en sus mangas, gorro y camisa larga. Pero sobre todo,
porque aquel legendario portador de alegrías, siempre sonriendo,
cargaba un saco lleno de lindos juguetes para niños pobres
y ricos.
Juguetes había en todas las tiendas del país.
Unos mejores que otros, unos baratos y otros caros. Me estoy refiriendo
a las tiendas de Cuba antes de 1959, año que el Comandante
llegó a La Habana y mandó vaciar todas las tiendas,
desapareciéndolo todo, casi de pronto, como si se tratara
de un mago malo, hasta los juguetes de los niños.
Tal vez por eso Santa Claus, apenado, cargó
con su saco vacío y se fue a Miami. Pensaron los sabihondos
comunistas que era norteamericano, o mejor dicho, yanqui. Pero se
equivocaron una vez más los comunistas. Santa Claus, procedente
de Holanda, llegó por primera vez a Estados Unidos en el
siglo XVII y su verdadero origen es alemán, donde se le llamaba
Sankt Nikolaus.
El célebre escritor norteamericano Washington
Irving -1783-1859-, especialista en folklore europeo, describe la
llegada de Santa Claus a Estados Unidos, a lomo de un caballo, en
Historia de Nueva York, publicada en 1809.
Por estos días de Navidad y en casi todos
los países del mundo, con raras excepciones como la de Cuba,
todo recuerda al viejo Santa Claus: tarjetas de felicitación,
vidrieras, grandes fotografías en las aceras. Los niños,
buenos y malos, le escriben cartas a Santa Claus y a los Tres Reyes
Magos, cartas llenas de fantasía y graciosa ingenuidad.
Pero en Cuba, lamentablemente, Santa Claus fue acusado,
a partir de 1959, hace casi cincuenta años, de promover la
avaricia y el consumismo. Lo montaron en un avión entre dos
tenientes coroneles de la Seguridad del Estado y lo desterraron
a Miami, donde vive como un cubano más entre millones de
cubanos.
A partir de esa fecha, los niños de Cuba no
escriben cartas pidiendo algún deseo, para colocarlas en
los zapatos o entregarlas a papá y mamá, por si los
visita Santa Claus cuando ellos están dormidos. Nada de eso.
Los niños cubanos no pueden dejar correr su fantasía,
imaginar cosas bonitas. Está prohibido por el Socialismo
más ortodoxo. Deben pensar sólo en la cruda realidad
de la vida.
Hoy, en Cuba, sólo las tiendas recaudadoras
de divisas exhiben juguetes en sus vidrieras, unos mejores que otros,
pero todos a precios altos y en chavitos, una moneda que no reciben
los trabajadores cubanos y que el régimen denomina CUC.
Como desde hace casi medio siglo, esta Navidad
los niños cubanos no recibieron la visita de Santa Claus
y tampoco la de los Reyes Magos, el 6 de enero. Seguramente los
abuelos cubanos, los de Cuba y Miami, recordando otros tiempos,
se habrán sentido muy tristes por esos días.
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