Crónica           IMPRIMIR
4 de enero de 2008

El mal del exilio

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Para Luis Báez, destacado periodista incondicional del régimen castrista, el exilio provocado por la dictadura de Fidel Castro es un mal que lucha contra una gran frustración, que lentamente consume al enfermo, como si estuviera invadido por un virus incurable, tan mortal como el SIDA. Lo llama el colega: el mal del exilio.

Pero, ¿realmente los millones de cubanos que viven en los lugares menos pensados, Alaska, Australia, por ejemplo, piensan como él? ¿Se sienten frustrados y minados por el mal del exilio?

Un amigo que vive en Miami me envió el otro día un e-mail, comentándome sobre “la laboriosidad, perseverancia y status social de los cubanos en esa ciudad, el florecimiento de la cultura, las costumbres y el modo de vida cubano dentro de los propios Estados Unidos”.

Y es cierto todo lo que me dice, cuando señala que aunque las leyes de Fidel Castro les arrebataron todo a los que se fueron fincas, fábricas, bancos, centrales azucareros, casas, dinero, hasta las joyas, zapatos, ropas, lámparas, muebles, tazas y cucharitas de café…, y llegaran a Estados Unidos en cueros, se abrieron paso en una sociedad competitiva y próspera y poco a poco recuperaron mucho de lo perdido, sobre todo, su condición de personas.

Por sólo poner un dato interesante que me ofrece mi amigo, el último censo económico de Estados Unidos arroja que existen cientos de empresas cubanas, con un volumen de ventas de miles de millones de dólares.

Ante estos éxitos no sólo económicos, sino además sociales, se hace necesario analizar si el mal del exilio es realmente un mal o una fuerte inyección de vida para aquellos que fueron humillados bajo las ofensas de gusanos, traidores a la patria, escoria, etc.

Hay quien ve como un favor del cielo haberse podido abrir paso en un país muy distinto, con otro idioma, con otra idiosincrasia y un castigo para el régimen castrista que, luego de desterrarlos, ha tenido que sufrir la realidad de los éxitos económicos del exilio; un castigo sobre todo para el régimen, con sus fracasos año tras año, que sólo puede brindar al pueblo una lastimosa y deprimente calidad de vida.

Pero, ¿ha aceptado alguna vez el régimen castrista que ese exilio de compatriotas está compuesto por hombres que pelearon como gigantes para demostrar su amor por el trabajo, en un país donde el trabajo conduce a la prosperidad individual y social?

Mi amigo me cuenta que comenzaron como cocineros, limpia pisos, barre calles, empleados de tiendas, de fábricas y gasolineras, y nada los detenía, porque no cejaron hasta vivir decorosamente. Me cuenta, ya para finalizar, que “la escoria de Mariel”, llamada así por Fidel Castro y que llegó a Miami en 1980, hoy disfruta de un promedio anual de ingresos de 37 mil dólares.

Y por último, me pregunto: ¿cuántos cubanos de la Isla no desearían contraer el mal del exilio?

 

 
 
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