Crónicas          
23 de abril de 2008

Cuestión de enfoques

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Creer que la palabra democracia está vacía de significado para los que residimos en Cuba sólo por el hecho de que nos obligan a vivir sin ella, no es equivocación menor que la de quien creyó que el loro era pintor sólo porque defeca verde.

Sin embargo, así parecen entenderlo muchos analistas, dentro y fuera de la Isla, sean lo mismo enemigos que cómplices del régimen. Incluso tal vez se trate de la única idea (equivocada) que ambos bandos comparten armónicamente.   

Pero no seré yo quien intente sacarlos de ese error. Es tarea de la historia. Apenas me limito a recordar lo consabido acerca de que la aceptación aparente de una dictadura, sea de líder único o con reinado de consenso elitista, no significa que el pueblo la apruebe, mucho menos que le guste vivir bajo su bota. Digan lo que digan los tópicos de uno u otro bando, las dictaduras se sostuvieron siempre sobre una minoría. Sin exceptuar la nuestra.

Y a propósito de tópicos, según los últimos que se escuchan y se leen, pareciera que más allá de las fronteras de la Isla, enemigos y cómplices se han puesto de acuerdo para concluir que aquí estamos festejando en masa eso que llaman “cambios para perfeccionar el socialismo”, y que no necesitamos nada más que lo dispuesto hasta este momento para doblar la cerviz durante otros cincuenta años, con el lomo listo para el látigo y con la boca abierta para seguir viviendo de parásitos a costa de nuestros familiares del exterior.

Desde un bando, temen, sabe Dios sobre qué base, que nuestras expectativas vayan a quedar cubiertas con el mejoramiento pasajero y dudoso del transporte público en La Habana, o con acciones –de resultados aún más dudosos- para remediar la falta de agua o la histórica escasez del condumio. 

Desde el otro bando, suponen que nos dejaremos marear fácilmente con medidas o decretos que no llegan al fondo de nuestras más raigales aspiraciones, ni contemplan, como es de rigor, a todos los cubanos por igual, al margen de nuestros particulares niveles de solvencia económica, o de nuestras posiciones políticas, o del país donde nos dio la gana de ir pasar el ciclón. 

Por más que nos agobie la zozobra en la supervivencia del día a día, por mucho que nos apurruñe la incertidumbre ante el futuro, y a pesar del rato largo que nos han mantenido en el invernadero mientras el mundo crecía allá afuera, nadie debe pensar que perdimos –sino más bien todo lo contrario- la capacidad de vislumbrar con luz propia, sin generales de adentro ni padrinos de afuera, los límites de nuestras verdaderas esperanzas.

Desconocer esta verdad elemental, o todavía peor, ponerla en duda, equivale a negarnos la capacidad de raciocinio y las mínimas titilaciones del espíritu que diferencian a los seres humanos de los piojos o de las berenjenas.

 

 


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