Crónicas          
10 de abril de 2008

Pasión agrícola

Ana Leonor Díaz

LA HABANA, Cuba, abril (www.cuanet.org)  - El maracuyá o fruto de la pasión ya se cultiva en Cuba gracias a los esfuerzos de abnegados trabajadores agrícolas que antes se dedicaban, sin mucho entusiasmo, a la caña de azúcar.

El curioso experimento tiene lugar en una finca llamada El Éxito, en la provincia Sancti Spíritus, donde hasta hace poco se cultivaba la caña de azúcar, una especie casi en extinción desde el cierre de decenas de los 150 centrales azucareros en 2003, cuando el régimen admitió que no podía sostener los costos de la industria más antigua del país.


La planta que produce el maracuyá, la pasionaria, es originaria de Brasil y en Cuba se ha hecho muy popular el fruto tras la apertura del comercio paralelo en divisas donde es frecuente encontrar jugos y yogures a base de la fruta y también refrescos instantáneos en polvo que son muy baratos y por tanto de mayor acceso para la población. Pero la fama del maracuyá se remonta en la referencia criolla a las telenovelas brasileñas que comenzaron a transmitirse aquí en los años 80.

Asombra sin embargo, la fascinación de las autoridades locales por esta nueva y exótica fruta, en un país  donde las bananas, los mameyes, las guayabas, los nísperos y los mangos, por citar algunos ejemplos, han sido desde siempre la pasión de cualquier persona, y donde, sin embargo, los niños y adolescentes a duras penas las conocen. Los mayores de 50 años tienen un leve recuerdo del níspero, y en nuestra isla la libra de mango cuesta cinco pesos, una cifra desproporcionada si se tiene en cuenta que los ingresos medios son de 300 pesos mensuales.

La ruina de la industria azucarera, que dejó sin empleo a más de un cuarto de millón de personas en el último quinquenio, no es la única en materia agrícola, y ahora el régimen ha dispuesto, ante tanta tierra baldía que por casi 20 años ha estado improductiva y contaminada de maleza espinosa, que la misma se entregue "en usufructo" (que no en propiedad) a los pequeños agricultores que, con parcelas de 13 hectáreas a lo sumo, aportan el 80 por ciento de la producción agropecuaria que se distribuye a cuentagotas en el mercado nacional.

Los agricultores ahora podrán comprar machetes, azadones y otros aperos de labranza, sin esperar que el estado se los asigne por cuota reglamentada, aunque deberán pagar su costo en la moneda convertible. Esto, a pesar de que el gobierno no ha saldado la deuda de salarios en divisas a macheteros y colonos azucareros, pendiente desde 2001. Aun no se sabe si los agricultores podrán comprar tractores y otras maquinarias agrícolas, ya que el uso del combustible, para uso oficial o privado, está estrictamente racionado desde hace 40 años (1968) en la Isla.

Para cumplir esta nueva reforma agrícola, la quinta después de 1959, se anunció oficialmente que se irá "paso a paso" en el proceso de préstamo de las tierras. Entre las medidas de descentralización propuestas por los economistas locales, está la creación de un nuevo aparato fiscal en cada municipio del país para controlar la aplicación  correcta de las orientaciones, que ahora vendrán de cada dirección provincial del Ministerio de la Agricultura, ministerio que no cuenta con un ministro nombrado desde hace más de dos años, tras el fallecimiento de su titular.

Como muestra, estos ejemplos bastarían, si no fuera por el más reciente anuncio de un alto funcionario de la agricultura quien, tras admitir que la ausencia del limón en los mercados obedece a la virtual desaparición de las plantaciones a causa de varios ciclones que afectaron el país en el año 2005, prometió una resiembra de 200 hectáreas, distribuidas en las 14 provincias para evitar nuevos riesgos debidos a esos desastres naturales que, es bueno señalar, ocurren todos los años en Cuba. La confesión sería asombrosa de ignorarse que tanto el limón como el plátano, la naranja agria y hasta el aguacate son plantas domésticas que en mayor o menor medida tienen gran parte de los cubanos que poseen un patio de tierra, en el campo y hasta en las ciudades.

El encarecimiento constante de los alimentos básicos provenientes de la agricultura es ya un referente agotador en las conversaciones de amas de casa, comentaristas de radio, funcionarios y hasta en los congresos de intelectuales.

 


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