Un
viejo chisme
Luis Cino
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) – En
noviembre del pasado año, The U.S. Government Accountability
Office (GAO) dio a conocer un informe donde se señala, entre
otras cosas, que el dinero de los contribuyentes norteamericanos
para la causa de la democracia en Cuba estaba siendo indebidamente
utilizado.
Los diarios El Nuevo Herald y The Miami Herald publicaron
el informe, y dos periodistas magnificaron el asunto. Al coro se
sumaron las comadres roñosas de Granma y los servicios informativos
de la televisión cubana.
Durante varios días destilaron baba venenosa.
Mezclaron en enrevesados trabalenguas a grupos fundamentalistas
de Miami. Así arrancó otra campaña de calumnias
contra el exilio.
No me canso de repetirlo: los métodos del
Departamento 21 del G-2 se aplican no sólo en Lawton y Sibanicú,
sino también en Miami. Lo mismo acusan a un disidente sordomudo
de robarse una olla arrocera, que confiscan un memo-flash a un periodista
independiente, organizan un mitin de repudio o echan a rodar una
bola de inmundicia en Miami.
¡Allá los ingenuos que quieren seguir
creyendo que el brazo de la Seguridad del Estado no los sigue en
el exilio!
En aquel momento, algunos tontos útiles y
los que en Miami se quieren dejar embaucar, se agruparon en los
Herald, el nuevo y el viejo, hoy quedan algunos de este tipo.
Escriben necedades para el provecho de la dictadura.
En inglés y en español. Lo hacen en esperanto si es
preciso. Basta que les paguen, les convenga o se lo orienten. O
simplemente no tengan en qué entretenerse. Vaya usted a saber.
En la radio no se quedan atrás. Por si no
bastaran Francisco Aruca y Max Lesnik, también hay un misterioso
Duende cuyo hechizo tiene el tufo de la guerrera verde olivo. Si
a todos ellos, del otro lado del dial, sumamos los arranca pescuezos
revanchistas que piden tres días de licencia para matar comunistas,
tendremos el guión adecuado. Adivine a quien le convienen
el miedo y la cortina de humo.
O estoy paranoico o a cada rato los heraldos le hacen
el corito al tumbao de la dictadura. Primero fue la purga de periodistas
en El Nuevo Herald. Luego, dos reporteros del otro Herald, émulos
de Woodward y Berstein pero sin tema para la crónica, se
encargaron de decidir qué necesitan o no los disidentes y
las familias de los presos políticos.
Hicieron sorprendentes análisis climatológicos
tales como que en Cuba no hay frío y por tanto no hacen falta
abrigos. Ellos nunca han estado en enero o febrero en Aguada de
Pasajeros, Bainoa o Indio Hatuey, pero hablan desde el confort de
sus casas climatizadas.
Tienen algún tipo de trauma con las ruedas.
Se oponen a que se envíen bicicletas a Cuba. Tampoco sillas
de ruedas a los enfermos ni maletines rodantes para las visitas
a las cárceles.
Expertos en psicología infantil determinaron
que es nocivo que los hijos de los presos políticos reciban
juguetes o tomen chocolate. No importa que sus familias, que apenas
tienen para comer, no tengan dinero para comprar juguetes en las
tiendas cuyos productos se venden en pesos convertibles.
En aquella ocasión, el periódico Granma
estuvo muy ocupado detallando, con la torpeza del ciego y sordo
que quiere ser chismoso, el destino de la ayuda de las organizaciones
del exilio a la disidencia interna.
En todo se inmiscuyeron. Todo les interesó. Hasta una sierra
de motor que compró Juan Carlos Acosta para podar las ramas
de un árbol caído que bloqueó el acceso a las
oficinas de Acción Democrática (mencionada en el informe
de GA0). Los mandarines hubieran resuelto el problema a machetazos
con una cuadrilla de presos comunes. No cortando el árbol,
sino a Acosta y los demás activistas. En tronchos, para que
no molesten más.
En incorruptible y escrupuloso arqueo, los turiferarios
de Granma, aliados a los funcionarios federales, exigieron saber
qué se hizo con cada centavo.
Fue la oportunidad de echar lodo sobre las organizaciones
del exilio más activas en practicar la solidaridad con los
opositores dentro de la isla. Se la debían al régimen
y con la complicidad de ciertos “mareados” y de la prensa
liberal americana, se les quiso pasar la cuenta.
La polémica y la campañita fueron deprimentes
y ridículas. Tal vez necesitó ser explicada en inglés
en Wyoming o Montana, no en Cuba. Aquí todos sabemos la importancia
de una ayuda. Desde una píldora hasta un juguete para un
niño.
Inexplicablemente, aún quedan en Miami
y otros sitios del mundo cubanos que beben la Coca-Cola del olvido
y siguen sin entender por qué es importante la ayuda. El
periódico Granma nunca lo explicará.
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