28 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
28 de noviembre de 2007

Cayucos y balsas

Miguel Iturria Savón


LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En su última visita a La Habana me contaba Elba Ramírez, una pintora de Santa Cruz de Tenerife casada con un amigo de Alamar, que los cayucos que llegan diariamente a las costas de Islas Canarias provienen de Marruecos, Malí, Costa de Marfil, Guinea y otros países subsaharianos. “Casi todos los inmigrantes son jóvenes apacibles que huyen de la penuria y la desesperanza”.

He vuelto a pensar en Elba al leer “Los tullidos de las pateras”, crónica del diario español El Mundo sobre la historia de algunos de esos cayucos que llegan al archipiélago canario. El cronista describe la fragilidad de las barcas, la incertidumbre de las travesías y el drama personal de quienes arriesgan la vida en busca de nuevos horizontes.

La lectura del periódico hispano y la evocación de la pintora canaria me reviven la desventura de los balseros cubanos que atraviesan el estrecho de Florida desde hace décadas. Este drama es tan obvio y cotidiano que escapa de las preocupaciones de los funcionarios insulares que pudieran remediarlo.

Nuestros balseros, como los que viajan en los cayucos africanos, idealizan la tierra de promisión, aunque no parten de un continente hacia una isla, sino al revés. La travesía puede ser mortal o traumática, pero la perciben como un boleto de cambio. Tal vez la única forma para zarandear la desesperanza y asir las alas de la libertad.

La emigración desde las costas de Cuba hacia Norteamérica ha oscilado con el vendaval político y económico de nuestra isla, pero su insólito incremento se debe a medio siglo de aquelarres y mandamientos colectivistas.

Un informe del Instituto de Estudios Cubanoamericanos reseñado por Isabel Espronceda en diario El Nuevo Herald (Miami), analiza las causas, las cifras y las consecuencias humanas y económicas del flujo migratorio, desde una nación que aún es beneficiada por la Ley de Ajuste Cubano (1966) y por los acuerdos migratorios de 1995, los cuales autorizan a 20 mil personas al año a emigrar legalmente en los Estados Unidos.

La articulista sintetiza las causas del éxodo en la crisis económica insular, la represión, el autobloqueo de las fuerzas productivas y la falta de esperanzas de la población, cuyos hombres se lanzan al mar sin reparar en los riesgos de la travesía ni en las frases denigrantes que les ofrenda el gobierno.

Las cifras son impresionantes. Entre 1950 y 1959 se trasladaron a los Estados Unidos 72 mil 221 cubanos, casi todos de manera legal dada la incertidumbre política que reinaba en el país.

Comienza entonces un exilio histórico (1959-1980) condicionado por los cambios revolucionarios: 458 mil compatriotas arribaron a Florida. Estados Unidos acogió otras oleadas migratorias calculadas en 132 mil 532, entre 1980 y 1989, más 159 mil 037 en el decenio siguiente (1990-1999).

La misma fuente añade un “diluvio silencioso” superior a ambas cifras en la etapa reciente (2000 a 2007). Supone que para 2009, Estados Unidos habrá acogido a 267 mil nuevos inmigrantes cubanos.

Detrás de estas cifras quedan tragedias innombrables y miles de náufragos perdidos en el fondo del mar. Otros carenaron en puntos geográficos no contabilizados.
Nuestros balseros, como los cayucos africanos, son una ausencia que se despeña.

Detener el éxodo no depende de las mareas, sino de los hombres que aún secuestran las llaves del desarrollo.


Imprimir

CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.

 
 
CubaNet no se responsabiliza por el contenido de las páginas externas