21 de noviembre de 2007
 
 
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21 de noviembre de 2007

La cartilla de racionamiento

JORGE SALAZAR-CARRILLO


Seguramente que Jean Ziegler, relator del nuevo Consejo de Derechos Humanos de la ONU, no pasó hambre en Cuba. Y como representante de este Consejo, controlado por los países violadores de estos derechos (entre ellos este último país), no encontró estómagos vacíos y rugientes en la isla. ¡Qué otra cosa esperar de un admirador consuetudinario del régimen castrocastrense! La independiente Christine Chanet, relatora de la disuelta, y más celosa, Comisión con el mismo nombre, no pudo ni asomarse a la isla.

A lo largo de mis lecturas cubanas me he encontrado citas sobre lo que el desgobierno de Cuba llama eufemísticamente la libreta de abastecimiento (por extenso, control de ventas para productos alimenticios). Por lo general las he encontrado inconsistentes entre sí y generalmente equivocadas. Estas reportan lo que se reparte (cuando toca y hay) en la ciudad de La Habana, así que adicionalmente son parciales. Ya que sucede que la gran mayoría de la población reside fuera de este ámbito (donde hay y toca menos). En esta situación nos concentraremos, ya que es la más común.

Ante todo debemos comentar que el documento que se entrega a los núcleos familiares es de una cubierta, papel e impresión de tan mala calidad que, a pesar de todos los cuidados que se tomen, es prácticamente imposible que dure el período anual que se supone cubra. Especialmente cuando hay que presentarlo, para tratar de obtener suministros, a diversos expendios, a saber: bodega, puesto, carnicería, pollería, pescadería, leche (sic), combustible (sic) y panadería. Y realizar las consuetudinarias colas con la consecuente reducción del día útil.

Generalmente para comer hay que primero cocinar, así que comenzaremos con la ración de combustible: cinco litros queroseno (sic) al mes y dos y medio litros de alcohol para su precalentamiento. Como esto por lo general no alcanza, hay que comprar gas-oil por fuera de la libreta. O, si no, utilizar leña, la cual es el combustible más utilizado en las zonas rurales (Cuba tiene uno de los consumos de leña por persona más altos del mundo, según estadísticas reportadas a la ONU).

La cartilla comienza por un pedazo de pan, a obtener del panadero, de inferiorísima calidad y que prácticamente cabe en una mano. Este engrudo es más o menos diario. Al mes la cartilla nos anuncia cinco libras de arroz, dos libras de granos (a veces una), un cuarto de libra de aceite, dos libras de azúcar blanca y tres de prieta (de vez en cuando falta) y un paquetito de café de cinco onzas. Una libra de sal se entrega cada tres meses.

Otros productos controlados son los ''cárnicos'', rubro bajo el cual se distribuye una libra de picadillo extendido de soya al mes, con alguna carne que pudiera ser de pavo u oca, junto con una libra de pollo. Cuando aparecen, tocan dos huevos al mes por persona. El pescado se distribuye mensualmente en una ruedita o una colita. Y la papa no llega desde la visita del Papa. Una persona que tenga que depender de estos suministros mensuales comprobará que se esfuman, cuanto más, en una semana.

Estas entregas se complementan con víveres controlados que se venden ocasionalmente a precios liberados (mayores que los de la cartilla), a veces un par de libras de arroz, otra de frijoles, media de fideos, un paquetito de café, un ''chocolatín'' (ahora desaparecido). Esto sucede generalmente después de serios fenómenos atmosféricos, como compensación por la falta de productos durante los mismos (fundamentalmente hablamos de ciclones).

Es tan grave la crisis alimenticia en Cuba, contrariamente a lo que se puede esperar del informe que someterá el relator (y en que cualquier problema será atribuido al inexistente embargo), que las encuestas que de vez en cuando realiza el desgobierno cubano lo muestran como la principal preocupación de la población. Superando al gravísimo problema de la reparación y mantenimiento de la vivienda, que al principio de este siglo lo consideraban más acuciante. Pero el totalitarismo castrista está ufano de que, el complementar la irrisoria cartilla racionadora con el resolver, le llevan al cubano de a pie todas las deficientes calorías y proteínas que absorbe, y el tiempo que tiene, no dejándole nada para oponerse a su dictadura.


salazar@fiu.edu

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