21 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
21 de noviembre de 2007

El llanto de las rosas

Yosvani Anzardo Hernández, Jóvenes sin Censura

HOLGUÍN, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Enigma se llamaba la máquina alemana de encriptación con la que se codificaba la información que circulaba entre sus tropas y servicios de inteligencia. Los ingleses tenían la Colossus y les fue muy útil también, incluso lograron decodificar con su ayuda mensajes de factura Enigma. Los americanos tenían la máquina Magic y en determinado momento hizo trizas al código púrpura japonés, que no era malo.

Como ven, durante la Segunda Guerra Mundial, tanto agredidos como agresores cuidaban la información, pero esto es propio de los seres humanos. Los perros no lo hacen, a pesar de que yo no siempre los entiendo.

Los judíos, para disfrazar sus textos utilizaban el atbash como método de encriptación y como en mis años de adolescencia tenía yo manía de guerra y conocía la Segunda Guerra Mundial de punta a cabo, pues creé mi propio método para comunicarme con mi novia, y es que las cosas que le decía me salían de los órganos genitales, pero yo creía que eran del corazón.

Mi adolescencia duró poco, me casé, el dinero casi había que fabricarlo, tener casa propia se volvió una obsesión y así entre muchos logros y sacrificios me pegaron los cuernos, cosa que mi código de amor no pudo descifrar, y lo que me permitió comenzar una nueva vida.

La única secuela que me quedó fue que como mi antigua novia hablaba el inglés nunca más pronuncié una palabra en ese idioma y comencé a aprender francés.

Alguien me dijo que la mejor forma de aprender es practicar la lengua, y entonces yo dije: “si ser bilingüe es tan sencillo, introducirle la lengua en la boca de una extranjera me permitiría hablar su lengua”. Eso quise creer, y con el tiempo lo hice, pero no resultó, porque siempre me engañaron.

La primera vez ella era española y salvo aprender a pronunciar la zeta no me aportó nada. La segunda era venezolana y la tenía enganchada con la palabra coger. La tercera fue una checa pero no aprendí ese idioma porque me engañó, nadie me dijo que además de su idioma hablaba español, así que no dio resultado.

Y entonces abandoné el método de aprendizaje rápido porque aquello era una especie de jineteo idiomático y yo no tenía licencia para ejercerlo. Fue cuando vi a mi alrededor un rosal castellano con tanta angustia acumulada y necesitadas de las caricias de mis palabras que fui novio de muchas a la vez y no por maldad, pues todas aún hoy se llevan bien conmigo y entre ellas, es como una especie de club del consuelo que me devolvió el idioma perdido.

Hoy cumplo una condena de prisión domiciliaria voluntaria auto impuesta que me permite no ver el sufrimiento de tantas personas que no hablan, y cuyo código es la resignación, que esperan una palabra de consuelo y anhelan encontrar una luz que las guíe entre tanta desolación, que sienten miedo pero no ya de los represores, sino del hambre y el abandono, y no creen en el futuro porque su cielo se tornó gris.

El martillo no sufre cuando machaca al dedo, pero mis rosas sufren cuando hincan con sus espinas porque con cada pinchazo mueren un poco como las abejas, pero no tienen opción, pues definitivamente aquí nadie escucha el llanto de las rosas.

Imprimir

CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.

 
 
CubaNet no se responsabiliza por el contenido de las páginas externas