El
agente oculto (final)
Dolia Leal Francisco
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - La
asociación conocida como Damas de Blanco, cuyo único
fin es el de trabajar pacíficamente con el propósito
de obtener la libertad de nuestros familiares encarcelados y condenados
a largas penas de prisión, no ha sido victima del agente
secreto, porque la unidad que entre nosotras existe lo ha impedido.
Entre nosotras existe un propósito común,
justo y bien definido. Nuestros intereses personales quedan en segundo
plano, y sólo prestamos nuestra atención a la causa
que es nuestra razón de ser. En estas condiciones el agente
oculto no puede trabajar porque no tiene el dónde sembrar
la semilla de la discordia.
Tampoco nuestros hermanos en el exilio han estado
exentos de este azote; y es que el agente oculto se ha afanado en
provocar la discordia entre los cubanos, que desde los inicios del
régimen se han visto obligados a marcharse del país.
Las organizaciones proliferaron, los líderes se atacaban
entre sí con la misma saña con que atacaban al régimen.
En el exilio existen hombres que pueden trascender
la inmediatez del presente para atisbar en el futuro; cubanos que
dedican sus esfuerzos a servir la causa del amor y la esperanza
con hechos palpables, con ayudas que en no pocas oportunidades han
llegado en los momentos mas críticos que puede vivir una
familia cubana cuyo padre se encuentra tras las rejas, para calzar,
vestir y alimentar a los opositores, despojados de sus trabajos.
Me estoy refiriendo a esos hombres y mujeres que
dedican buena parte de sus vidas a construir verdaderos puentes
de amor entre los cubanos del exilio y los que vivimos en la Isla.
El principal obstáculo que tiene el pueblo
cubano para lograr el consenso sobre el objetivo común es
el agente oculto, ese que todos llevamos adentro, y que nos corroe
y paraliza, la vez que siembra la duda sobre todo lo que nos rodea
y sobre todos con quienes compartimos la vida cotidiana.
Cuando superemos el síndrome del agente oculto,
seremos interiormente libres, con la conciencia de nuestra propia
dignidad. Seremos entonces capaces de reclamar nuestros derechos.
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