Remedio
amargo
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El sello de garantía
es la muerte. El alivio, la recuperación, el retorno al hogar
sano y salvo están facturados con los mismos componentes
de los milagros. Esas zozobras son las que asaltan a los pacientes
del hospital Calixto García, uno de los más antiguos
de la capital y hoy convertido en una zona muy distante de lo que
a ética y eficiencia se refiere.
El tema podría ser recurrente, pero es oportuno detallar
otras experiencias que engrosan el expediente de desastres dados
en amargarle y hasta acabarle la vida a decenas de personas internadas
en estas franjas oscuras de la “revolución”.
Uno de los flagelos que soportan los enfermos es la carencia de
personal calificado. Ausencias e impuntualidades motivadas por falta
de incentivos unidas a un relajamiento de la disciplina laboral
donde son naturales las posturas marginales, entre ellas el uso
de ropas provocativas y de un vocabulario excesivamente escatológico,
dan paso a la entronización de la indiferencia y la apatía
en un sector donde la sensibilidad debería constituir un
aspecto puntual.
Los índices de deserción se mantienen altos, estimulados
por un clima de rupturas donde el mal aprovechamiento de los recursos,
la ausencia de mínimas condiciones para un desempeño
profesional, los deficientes niveles de atenciones al trabajador
en lo referido a alimentación, pagos y transporte, incentivan
la degradación de lo que todavía el régimen
presenta como uno de sus logros.
Entre la suma de calamidades es proverbial el hermanamiento entre
el hospital y el vertedero. Casi todos los centros del país
dedicados a los cuidados de salud exhiben características
muy afines a las que existen en una villa-miseria. Aguas albañales,
mal funcionamiento o ausencia de servicios sanitarios, mugre en
pisos y paredes, falta de instrumentos y personal para la limpieza,
son el denominador común.
Hace apenas unos días, una pariente pudo salir airosa de
su percance de salud. Estuvo una semana ingresada en una de las
mejores salas del referido hospital, según la opinión
de una enfermera. De ser cierta la afirmación, no quisiera
observar el resto de estos depósitos de enfermos.
Del techo, filtraciones. Del baño, tupición permanente.
El desayuno y el almuerzo a destiempo, desabrido y escaso. ¿Agua?,
pues a confeccionarla con las neuronas. Hay serios problemas con
el abastecimiento sin que se vislumbre una solución en breve.
Aunque resulte increíble, hubo que solicitar el servicio
de un amigo que posee automóvil para llevar a mi pariente
a tomar un baño y a hacer parte de sus necesidades fisiológicas
a su casa. “No hay quien entre al servicio, imagínate
que los pacientes de la otra sala también lo están
utilizando y no lo limpian hace tres días”, alegaba
con la determinación de primero reventarse antes que acceder
al pequeño infierno. La orina la evacuaba en un recipiente
y con posterioridad el acompañante (mi esposa), la vertía,
al borde de las náuseas, en el inodoro rebosante de excrementos.
Por fortuna sólo permaneció una semana bajo los auspicios
de una catástrofe que amenaza la vida de quienes no les queda
otra alternativa. La estadía en un hospital en Cuba no es
sinónimo de rehabilitación o mejoría. Muchas
personas mueren por negligencia de facultativos y paramédicos,
o empeoran su estado a partir del entorno poco propicio para recobrar
la salud.
No solo hay que cuidarse de las fallas aquí señaladas.
También es preciso mantener la vigilia por los robos que
ocurren a diario. Con el ingreso hay que llevar sábanas,
ventilador, almohada, cubos entre otros enseres que elevan la tentación
de los cacos.
Por cierto, de los nuevos colchones con que habilitaron el hospital,
los ladrones han hecho una excelente cosecha.
Hace tres años que comenzaron las obras de construcción
con vistas a renovar y reparar el “Calixto García”
y no es posible observar un avance en correspondencia con el desembolso
de los recursos. “Todo se lo han llevado, no hay control,
esto es un relajo”, me aseguró un médico con
todo el pesimismo del mundo.
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